Estamos en momentos de forzado
confinamiento y soledad social; pero es evidente que contaremos con ratos de
relajación y entretenimiento; dispondremos de mucho tiempo, todo el del mundo.
Acerquémonos a la palabra de Dios, leámosla
con detenimiento y con pequeños sorbitos cada día. Quizás así, reflexionando,
podamos acertar a saber lo que el Señor nos quiere transmitir en estas
especiales circunstancias. Es indudable que Él nos está ofreciendo un largo
periodo de reclusión, para que lo ofrezcamos, y como cualquier otra penitencia,
nos debe doler y costar entender su asimilación.
En
este tipo de calamidades, algunos perciben esta situación como un
castigo divino, mientras que otros, dudan de la propia existencia de Dios por
no ser capaz de evitarnos estos momentos de gran confusión y peligro. Tanto
unos como otros, flaquean en su fe.
Tenemos que ver esta pandemia como una
prueba, una oportunidad de superación. Dios, que nos ama como Padre, nos envía
a veces circunstancias como la presente para que reflexionemos acerca de
nuestra propia identidad, para que caigamos en la cuenta de la fragilidad de
nuestra naturaleza humana y del propio sistema de bienestar social, que con
soberbia hemos construido y que aún queremos exprimir más y más.
Vamos a ver el lado positivo, el Señor nos
envía esta prueba, en tiempo de Cuaresma, que es tiempo de aislamiento, caridad
y penitencia, aunque con frecuencia lo convertimos en otra cosa por las
tentaciones de nuestro mundo. Nuestro Señor, que de ningún modo necesitaba
hacer penitencia, se recluye cuarenta días alejado de la sociedad y amigos,
para ayunar y reflexionar. Ahora es una ley la que nos impone una reclusión que
no sabemos si vamos a poder soportar.
Hay que aprovechar esta oportunidad.
Considerad que nuestra reclusión es una obra de caridad por los hermanos de más
edad. Quizás nosotros apenas notemos la enfermedad, pero
nuestro confinamiento evitará que, sin querer, la transmitamos a los abuelos o
personas con enfermedades que les hagan ser más vulnerables. Nuestro sacrificio
es un acto de amor que el Señor no podrá dejar de tener en cuenta.
Lo que constituye un problema sanitario
para la sociedad, para nosotros ha de ser una cuestión de amor; por el bien de
nuestros semejantes hemos de procurar poner los medios para no contraer la
enfermedad y sobre todo para no expandir este virus.
Daros cuenta que se nos ha pedido en
sacrificio la Cuaresma
y la Semana Santa.
Un tiempo litúrgico para la reflexión y la acumulación de oraciones. Esto nos
debe ayudar a ofrecerlo y pedir que la misericordia divina venga sobre todos
nosotros, como lo esperamos de Él.
Todo ello se lo debemos pedir por medio de
su Madre, la Virgen María
, abogada infalible de nuestras dificultades, y a la que pedimos su bondad y
acogimiento para que nos llene de bendiciones y fuerza espiritual en el caminar de esta gran prueba y sacrificio.
Un fuerte abrazo y feliz Pascua.
Emilio Lora Rodríguez
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