miércoles, 5 de abril de 2023

Argamasilla de Alba y Cervantes

No ha muchos días que estuve con mi familia y algunos buenos amigos en tierras manchegas. Recalamos en una casita rural del conocido pueblo de Argamasilla de Alba, en la provincia de Ciudad Real. Localidad de algo menos de siete mil habitantes enclavada en la parte más llana de la meseta manchega.

En medio de una planicie que no parece tener fin, Argamasilla no es precisamente esa localidad donde alguien pudiera creer que algún día se organice el gran premio de la montaña de la Vuelta Ciclista a España, o de algún otro evento ciclista sucedáneo de ésta, de esos múltiples y variopintos que desde un tiempo a esta parte proliferan en las autónomas comunidades de la piel de toro; ni tampoco sería de creer, al menos a mi parecer, que en algún momento cercano en el tiempo pudiera optar al premio de pueblo más pintoresco, y no digamos nada de más bonito, del vasto territorio hispánico; eso si, si a esto último, porque a lo otro la naturaleza se lo ha dispensado de fábrica, nada ni nadie le pone arreglo o enmienda y en lustros venideros concibe reforma que remedie la mezcolanza de estilos arquitectónicos y la amalgama de materiales y colores que hoy forman el conjunto urbano de esa localidad, alejados del tipismo manchego que otrora lucieran sus edificios y casas matas.

La también conocida como “Lugar Nuevo” (dicho nombre se debe a que el poblamiento que dio lugar a Argamasilla tuvo dos emplazamientos previos que resultaron fallidos), fue fundada en su emplazamiento actual entre los años 1531 y 1535, según se recoge en las Relaciones Topográficas de Felipe II. La villa fue fundada por el prior de la Orden de San Juan, Don Diego de Toledo, perteneciente a la Casa de Alba. Su singladura como relevante localidad en la comarca de La Mancha no empezó hasta finales del siglo XVI, siendo un siglo más tarde cuando esta villa gozó de gran apogeo gracias, entre otras cosas, al establecimiento de bastantes familias moriscas, que venían emigrando después de los acontecimientos provocados por la rebelión de las Alpujarras. Estos nuevos vecinos aportaron todo su saber en técnicas de cultivo, riego y construcción. Como uno de los hitos destacados de su historia destaca que, en el siglo XVIII, a petición del infante Gabriel (hijo de Carlos III), que por entonces era prior de la orden de San Juan, se construyó el Gran Canal de Priorato de San Juan. Este canal transcurre por el centro de la villa y, hasta los albores de nuestro siglo, seguía en funcionamiento y en perfecto estado.

Pero si de algo se vanagloria y se enorgullece Argamasilla de Alba es de ser "ese lugar de la Mancha" del que Cervantes no quiso acordarse cuando escribió las primeras letras de su magnánima obra; al menos así lo presumen, y es que, si bien no existen crónicas cervantinas que con exactitud pudieran referir que el de Alcalá de Henares estuviera geolocalizando su novela en ese municipio, lo cierto es que existen diversos indicios y teorías fundadas que dan casi por sentado que nuestro ilustre don Miguel ubicó a su ingenioso Hidalgo en dicha localidad; aunque también existen teorías detractoras que colocan a don Alonso Quijano en otras localidades, con numerosos trabajos de investigación de distintos municipios de La Mancha y Campo de Montiel, que bajo diferentes métodos, tienen por objeto el establecer el posible pueblo desde el que partiera Don Quijote en sus aventuras.

Cueva de la Casa de Medrano

Ya de partida se pone de relevancia que Miguel de Cervantes estuvo preso en la cárcel argamasillera, al parecer en la Cueva de Medrano o Casa de Los Medrano, lugar tenebroso éste desde donde, según pregonan muchas de aquellas tesis, vieron la luz las primeras letras de las andanzas de Don Quijote. Los Medrano eran una familia muy poderosa económicamente de la Mancha, con bienes raíces en la localidad de Argamasilla y poseedora de mucho ganado que, con toda probabilidad, hubieran pasado a ser de una de esas tantas hacendadas familias olvidadas por la Historia con el paso del tiempo de no ser por una pequeña anécdota: y es que Argamasilla de Alba no tenía cárcel ni la tuvo hasta que en el siglo XVIII se edificara su Ayuntamiento, siendo que, hasta entonces, las autoridades aprovechaban las cuevas de casas particulares, como la de la familia Medrano para su utilización como cárceles, aseverándose que el insigne autor paso tiempo encarcelado en la existente en el Caserón de dicha familia, lo que, conforme a la tradición, la convierte en una suerte de “santuario laico” de nuestra literatura del Siglo de Oro.  En realidad, no hay registros oficiales de que Miguel de Cervantes Saavedra estuviese preso en esta cueva, ni se conserva una carta que desde la propia cueva-cárcel escribiera a su tío Bernabé Saavedra, natural y vecino de Alcázar de San Juan, para que intercediese por él, como también la tradición dice haber leído, y perdido en algún traslado de documentos.

Dicho sea de paso, corría el año 1863 cuando tan afamado inmueble, construido encima de la cueva del mismo nombre, fue adquirida por el infante don Sebastián Gabriel de Borbón, prior de la orden de San Juan, con el fin de desarrollar en ella actos culturales y otras actividades. Entre otras cosas, invitó al editor Manuel Rivadeneyra para que trasladase allí su imprenta, y allí, en la cueva, hizo una edición del Quijote, en el año 1863. Al morir el infante Sebastián de Borbón, su viuda vendió la casa. Se sabe que al final de siglo sufrió un terrible incendio y al quedar casi en ruinas se reconstruyó con una sola planta. La cueva, con dos niveles, había quedado intacta después del incendio. Esta segunda casa fue la que conocieron al principio del siglo XX los ilustres literatos Azorín y Rubén Darío, que habían acudido a Argamasilla con motivo de la celebración del tercer centenario del Quijote. En 1970 la casa pasa a propiedad municipal y es declarada Monumento de Interés Histórico-Artístico, hoy, Bien de Interés Cultural. En 1990, ante la situación de deterioro que sufría el edificio, se proyectó la rehabilitación que le otorga su actual apariencia. El nuevo edificio se inaugura el día 23 de abril de 1994, fecha conmemorativa de la muerte de Cervantes. Actualmente, dicho edificio acoge, además de la cueva, una exposición del pintor valdepeñero Gregorio Prieto; un moderno corral de comedias con numerosos bustos de personajes del Quijote pertenecientes al escultor local Cayetano Hilario; la biblioteca municipal “Cervantes”; y la oficina municipal de turismo. La visita turística a todas las dependencias, con una proyección explicativa incluida, puede hacerse hoy en día por tan sólo dos euros. 

En cuanto a las causas del encarcelamiento del literato, no se tiene muy claro cuales fueron éstas, pues se duda si fue detenido por algún turbio asunto acaecido por su condición de recaudador de alcabalas e impuestos, pues pudiera ser que metiera la mano en el cofre de las monedas; etapa ésta de la vida cervantina durante la que, según algunas crónicas, nuestro escritor dedicó poco tiempo a la literatura, pero las experiencias que vivió recorriendo los caminos y pueblos de Andalucía y La Mancha, alojándose en destartaladas hosterías y ventas o negociando con ricos, pobres, hidalgos y maleantes le sirvieron para posteriormente reflejarlas de una manera magistral en su obra más universal; o bien, si su posible detención fue debida por “un requiebro” (lisonja o piropo con intención amorosa) a una mujer de la localidad, en concreto a una hermana o sobrina del noble don Rodrigo de Pacheco; porque al parecer fue, según la creencia popular, la protagonista de la tradición oral sostenida en Argamasilla de Alba durante siglos, en cuanto que Miguel de Cervantes, piropeó a esta dama de la localidad a la salida de la Iglesia; motivo por el cual, ofendidos los alcaldes y regidores que en esas fechas gobernaban el municipio por atreverse a piropear a una dama de prosapia (entre los que estaba don Rodrigo Pacheco), decidieron encerrar al autor en la casa o cueva del regidor Medrano.

Y es que quizás por tamaña afrenta que resulta lógico pensar que Cervantes no quisiera acordarse precisamente de aquel lugar donde por algún motivo fue preso. (aunque se tiene conocimiento de que el complutense estuvo preso hasta en otras tres ocasiones, entre ellas la que padeció como prisionero de guerra en Argel).  Cabe recordar aquel exordio que Miguel de Cervantes pudo dirigir en una carta a su tío Juan Bernabé de Saavedra: ‘Luengos días y menguadas noches me fatigan en esta cárcel, o mejor diré caverna’.

Cuadro exvoto para la Virgen de la
Caridad de Illescas, que permanece
en la Iglesia de San Juan Bautista
de Argamasilla de Alba

Como son muchos los que afirman que fue durante tal encierro forzado en Argamasilla cuando nuestro Ilustre literato comenzó la escritura de su obra maestra, son también muchos, entre expertos en la materia y argamasilleros en general,  los que ven en el noble Don Rodrigo de Pacheco a un trasunto de Don Quijote, estimando obvio que Cervantes conociera a este noble de la localidad y que por ello pasara un tiempo en Argamasilla de Alba, circunstancia ésta que pudo dar lugar en algún momento al episodio amoroso con la joven pariente de éste, y que pudiera ser la causa de la prisión sufrida por el escritor. Se basa dicha hipótesis en la circunstancia de que se decía en aquella época que Rodrigo de Pacheco no contaba con buena salud y, como ruego para la cura, mandó pintar el cuadro exvoto para la Virgen de la Caridad de Illescas, que permanece en la Iglesia de San Juan Bautista de Argamasilla de Alba. El cuadro conserva al pie la siguiente inscripción: “Apareció nuestra Señora a este caballero estando malo de una enfermedad gravísima desamparado de los médicos víspera de San Mateo año 1601, encomendándose a esta Señora y prometiéndole una lámpara de plata, llamándola día y noche de un gran dolor que tenía en el cerebro de una gran frialdad que se le cuajo dentro”. Además, se dice que quienes observan este cuadro no pueden obviar al Ingenioso Caballero que describió Cervantes, con el rostro largo y estrecho, ojos espantadizos y largos bigotes. Y resulta curiosa la analogía entre Don Quijote y la leyenda que aparece en la parte baja de la pintura, con la que Cervantes describía la locura del hidalgo: “Del poco dormir y del mucho leer se le secó el celebro de manera que vino a perder el juicio”, resultando también “interesante” la coincidencia en la fecha del cuadro exvoto, año 1601, con la publicación de la primera parte de la obra cervantina, 1605. También hay quienes ven en la mujer que acompaña a don Rodrigo en el cuadro a la Dulcinea del Toboso que enamoró al Caballero de la Triste Figura. La dama del cuadro en cuestión era Magdalena Pacheco Avilés, una hidalga del siglo XVII retratada junto a su hermano Rodrigo. Algunas opiniones discordantes conducen a que la dama en cuestión era sobrina del noble y que llevaba por nombre Aldonza.

Iglesia de San Juan Bautista de Argamasilla de Alba
Por otro lado, otro de los fundamentos utilizados para defender la tesis de que este era el lugar que Cervantes no quería recordar, es que se trata de una antiquísima tradición que se remonta a los mismos tiempos en que vivió Cervantes, quien a pesar de su voluntad de no “recordar” el lugar de la Mancha de su protagonista, indirectamente la alimentaba con las alusiones a su propia prisión vertidas en el prólogo del libro: “Qué podrá engendrar el estéril y mal cultivado ingenio mío, sino la historia de un hijo seco, avellanado, antojadizo y lleno de pensamientos varios y nunca imaginados de otro alguno, bien como quien se engendró en una cárcel donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación”.

También se toman como indicios de la localización quijotesca en Argamasilla de Alba, el hecho de que tal cuestión se extendiera también entre los contemporáneos de Cervantes que, según parece, estaban convencidos de que éste fue el lugar en el que el insigne literato escribió la obra. Según la investigadora cervantista Pilar Serrano de Menchen existen otras dos pistas para defender a Argamasilla de Alba como punto de partida del aventurero Hidalgo: la primera es del propio Miguel de Cervantes con los sonetos y epitafios que los ficticios Académicos de la Argamasilla dedican a Don Quijote en el cierre de la primera parte de su obra y que constituyen sin duda uno de los más fuertes argumentos en favor de Argamasilla como Lugar de la Mancha, pues es el propio Cervantes quien de su puño y letra así lo afirma: “Los Académicos de la Argamasilla, Lugar de La Mancha, en vida y muerte del valeroso Don Quijote de La Mancha, Hoc scripserunt”; la segunda, de importante relevancia, según Serrano, se trata de la aportación que ya en 1614 realiza un coetáneo de Cervantes, en concreto Alonso Fernández de Avellaneda (seudónimo de un autor todavía desconocido) en el llamado Quijote de Avellaneda, señalando que “El Avellaneda es el lector más interesado de primera parte del Quijote y se refiere 23 veces a Argamasilla, concretando dos veces que se refiere a la Argamasilla más cercana a El Toboso; además el Avellaneda dedica su Quijote al alcalde, los regidores e hidalgos de la noble villa de Argamasilla de La Mancha, patria feliz del hidalgo caballero”.

Sean ciertas o nó las tesis, teorías y fundamentaciones que unos y otros mantienen en favor y en contra de la ubicación en Argamasilla de Alba de "un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme", lo que sí está claro es de que alguna manera pone a dicha localidad en el mapa y de alguna manera también, indirectamente, la hacen universal, y eso, obviamente, es digno de orgullo para los lugareños.

No es que Argamasilla sea precisamente un lugar donde acudir en peregrinación turística, porque el atractivo en este sentido se reduce casi a las conjeturas de los cervantinos sobre la quijosteca localización, la cueva que presumiblemente abrigó la fructífera creación del literato, la iglesia donde se encuentra la afamada pintura de la Virgen de la Caridad de Illescas (Toledo), donada por Rodrigo Pacheco Avilés, y algún que otro edificio de señalado renombre como la Rebotica de los "Académicos" o la casa del bachiller Sansón Carrasco, entre otros; pero es si, si uno va de paso por allí, camino de Madrid o de Valencia (desde Córdoba, se entiende), o cómo prólogo al disfrute de una buena obra de teatro en Almagro, o por cualquier otro motivo que sirva de excusa, bien puede hacer un pequeño desvío para hacer un alto en el viaje y, aparte de degustar unos magníficos quesos manchegos y otras viandas locales, regadas con los cada vez mejores caldos de la zona, hacer una visita a esos lugares que, en el fondo, están llenos de magia, pura magia quijotesca.

José Antonio Del Solar Caballero.