domingo, 14 de diciembre de 2014

FRIKIS

Es mil veces preferible hacer voto de locura, o disolverse en Dios, que prosperar a base de simulacros (E.M. Cioran).

Lo reconozco. Soy un friki. Desde hace unos años me he aficionado a la mitología sumeroacadia y vivo obsesionado día y noche con las traducciones de tablillas mesopotámicas de barro cocido. Es oír los nombres de Gilgamesh, Upnapistin, Humbaba, Innana, Enlil y otras divinidades y personalidades de esa civilización y se me pone la carne de gallina al pensar que pueda haber por ahí, aunque sea en la zona Oeste de Minnessota, algún otro individuo que comparta mi afición. Pese a las quejas de mi mujer, que ya no tiene nada de lo que hablar conmigo, y me pide que me dedique a algo más actual, es lo único que leo (además de a Rilke).
Mi desmesurada afición me llevó al Museo Británico de Londres, donde se exponen cientos de tablillas originales en escritura cuneiforme. Al entrar en la sala, a la emoción del primer minuto siguió una primera decepción, al comprobar la indiferencia de mi santa esposa, que camino del Museo, viendo mi estado de excitación, quizás pensó que iba a ver algo parecido a las siete pirámides de Egipto en persona. La segunda decepción fue comprobar yo mismo que detrás de aquellas marcas triangulares que arañaban las tablas no era capaz de percibir en realidad emoción alguna.
Y la tercera y definitiva fue comprobar que había alguien más friki que yo. Una pareja de edad madura, en torno a los sesenta, con pelo canoso, estilo estudiadamente descuidado y gafitas de belga, llevaban varios minutos ante una urna que contenía una de las tablillas, señalando con los dedos cada uno de los triangulitos, probablemente traduciendo su contenido del sumerio al caldeo, y de éste al arameo, de aquí al griego clásico, para terminar en el inglés, el alemán, o lo que fuese que hablasen aquellos tipejos impertinentes. Posiblemente estaban discutiendo sobre la intención que tuvo el autor, en la tercera línea del texto, al utilizar el futuro perfecto en lugar del futuro continuo, que hubiese sido lo más lógico. Me mantuve boquiabierto durante unos minutos al otro lado de la urna, observándolos de reojo, sin apercibirme de que la parte de tablilla que se me ofrecía desde mi posición era el reverso, que no tenía nada escrito. Me dí cuenta de que soy un medio friki, o un friki de pacotilla, impotente porque posiblemente nunca llegaré a dominar una de aquellas lenguas milenarias.
Y es que una de las características del frikismo, aunque no lo explicite la definición de la RAE ni Wikipedia, es que, como todo en la vida, es relativo. Relativo al entorno en el que nos encontremos. Hay algunos jóvenes (y no tanto), de radical afición cofrade, que conocen los nombres de los autores de todas las tallas que procesionan en Andalucía en Semana Santa, incluso en lugares como Mairena del Alcor y Dos Hermanas; y se conocen todas las marchas que acompañan a las imágenes, y por supuesto a partir del Miércoles de Ceniza, e incluso antes, llevan la música de cornetas y tambores a todo volumen en su coche (causando honda preocupación a los demás conductores, que oyendo tales sones temen que les vayan a cortar el tráfico por el paso de una procesión). Pues bien, uno de estos jóvenes podrá ser considerado un friki si vive en Córdoba o Granada, y no digamos en Madrid, Barcelona o Berlín. Pero si nos colocamos en otro contexto, en la calle Pagés del Corro, en pleno corazón del barrio de Triana, la cosa es bien distinta.
También ocurre al friki que se centra tanto en su afición que ignora el entorno que define y caracteriza a la propia materia. Si a uno de los jóvenes le preguntas por Bernini, probablemente pensará que es el delantero centro del Peruggia, pero no caerá en la cuenta de la influencia que ejerció el insigne escultor italiano en la imaginería andaluza.
Pero sigo contando mi experiencia en el Británico. Cuando aquellos gafitas impertinentes se fueron a otra urna a continuar una tarde de descubrimientos apasionantes, que iban a suponer un antes y un después en sus vidas, me situé, esta vez sí, ante la parte escrita de la tablilla, atraje a mi mujer hacia mí, adopté hacia ella una posición paternalista, pasando mi brazo sobre su espalda y mi mano en su hombro, y le susurré unas palabras mientras el dedo índice de la mano que me había quedado libre señalaba la tercera línea de aquel grupo de pictogramas y se balanceaba como haciendo que seguía el texto. Con satisfacción pude comprobar la reacción de admiración que provocaba en un par de turistas latinas a quienes podía ver de soslayo tras de mí a través del reflejo del cristal de la urna. En realidad no sé si era admiración o si es que habían oído lo que acababa de susurrar a mi esposa “Cariño, se nos está acabando el presupuesto para el viaje; esta noche mejor cenamos en el MacDonalds”.
Y es que otra de las características del friki es que no solo no oculta su frikismo, sino que por el contrario presume de ello, está orgulloso de tal condición, y la anuncia, fomenta y pregona por doquier, y no sólo eso, sino que también la exagera, y trata de hacer creer a los demás que sus conocimientos o habilidades son superiores a los reales.
Todos recordaréis el inicio de aquella maravillosa película francesa, “La cena de los idiotas”, cuando los dos protagonistas, el idiota (aquí friki) y el supuesto listo, coinciden en un tren en asientos contiguos. El idiota ojea un cuaderno que contiene fotografías de sus trabajos de reproducciones de conocidos monumentos hechas con palillos de dientes, trabajos a los que dedica todo su tiempo libre. El idiota necesita que alguien reconozca sus méritos y muestra ostensiblemente el cuaderno a su vecino de viaje (que indiferente, se oculta tras la enorme sábana del diario Le Monde), para tratar de arrancarle algún comentario de admiración que le dé pie a comenzar una exposición sobre la dificultad y mérito de sus trabajos. Lo cual, por cierto, acaba consiguiendo aunque en un sentido distinto al pretendido.
Y es que los frikis tenemos algo de exhibicionismo. Una de las características principales del frikismo, si no la fundamental, es la dedicación exagerada, desmedida a una afición minoritaria. El proceso sufrido por el friki es evidente. De pequeño, en el cole, no era capaz de destacar ni en los estudios ni en otras disciplinas sobre todo deportivas, del gusto de la mayoría, vamos, que no jugaban bien al fútbol, baloncesto, canicas o trompos (sí, en mi época aún otorgaba cierto prestigio tirar bien el trompo o ser campeón de canicas de la parada del autobús). Como el friki necesita sentirse reconocido y admirado por el resto de la clase, recurre a otras aficiones en las que pueda hacerse visible y destacar por no tener competencia al ser minoritarias, incluso extravagantes. Así, en mi época, surgió lo que hoy es el paradigma del frikismo, cual es la afición por la Guerra de las Galaxias. De hecho, el día del Orgullo Friki, el 25 de Mayo, se concentran en la Plaza de Callao, en Madrid, cientos de individuos disfrazados de Obiguanquenovi, Chiguaka o de Luquescaiguolquer.
Otro compañero de mi clase, que también era patoso jugando al fútbol, se dedicaba todos los días en el recreo a practicar algo tan insulso (y sucio) como el salto de longitud. Quizás esperaba ser el visionario pionero de una nueva afición en el cole que desbancase a la mayoritaria veneración a Amancio, Juanito y Santillana. Sin embargo, lo que consiguió fue todo lo contrario, ya que además de volver del recreo lleno de polvo se convertía en sujeto pasivo de uno de los primeros casos de bullying que recuerdo (cuando el bullying no existía porque nadie había inventado la palabra, y si un niño se quejaba a su padre, éste le daba una colleja y le decía, “pa que espabiles so tonto”, con lo que el zagal espabilaba y aprendía a valerse y defenderse por sí mismo).
Recapitulemos pues. El frikismo consiste en la pasión desmedida hasta la extravagancia, por una afición minoritaria. Como una afición puede ser minoritaria en un lugar, y mayoritaria en otro, puede que la misma persona en uno u otro contexto pueda ser considerado un friki o dejar de serlo.

Como hemos apuntado, el prototipo del friki es el aficionado a las películas y personajes de la serie de La Guerra de las Galaxias. También se suele asimilar a este grupo a los aficionados a determinados videojuegos, ciencia ficción, cosmología, etc.
Rastreando por el universo Google podremos encontrar otras aficiones extravagantes, como las carreras de caracoles o las competiciones de escupidores de huesos de aceituna; de hecho hay un certamen internacional de esto último, escupir huesos de aceituna, creo que en Murcia, o por ahí, y una asociación que está intentando que se reconozca como deporte olímpico.
En cierta ocasión, preparándome para una fiesta de disfraces, me puse a buscar en internet en mercados virtuales de segunda mano algún disfraz de soldado romano. No os podéis imaginar el mercado que existe en la materia. Hay coleccionistas que deben tener armarios llenos de indumentarias con las distintas variantes de centuriones, decuriones, legionarios, pretorianos, etc, en sus versiones del Alto y Bajo Imperio.
Es curioso que existen otras aficiones que son hoy día muy minoritarias, pero que por su antigüedad, clasicismo o ranciedumbre no generan la calificación frikista. Por ejemplo la poesía. Un señor que dedique todos sus ratos libres a leer, recitar y componer poemas, es raro de encontrar, pero no se le considera friki.
Algunas aficiones muy mayoritarias, llevadas hasta el extremo de una forma muy desmedida pueden acarrear también para algunos individuos el calificativo de friki. Pongamos el fútbol. Dejando de lado a algunos personajes que se aficionan a la liga polaca o libanesa y se conocen a los máximos goleadores (hoy día lo dan todo por la tele). En la grada de preferencia del Arcánfield hay un personaje, al que apodan el Maestro, en torno al cual se arremolinan los aficionados en los prolegómenos del partido para que les muestre una libreta plagada de pizarras tácticas con flechas y apuntes, fruto del estudio pormenorizado que ha efectuado del equipo rival, anotando no sólo los nombres de los jugadores, sino también las zonas del campo por las que se mueven, sus virtudes técnicas y tácticas, etc, así como los distintos esquemas de juego y su variantes.
Esta afición, ya de por sí friki, trasladada a una competición minoritaria como el lanzamiento de huesos de aceituna, se situaría ya en el extremo del frikismo. Imaginad el estudio pormenorizado del hueso más apto para ser lanzado, si el de picual, hojiblanca o arbequina, en base a su cualidad aerodinámica y densidad. El modo en que hay que comer la aceituna, si dejar algo de carne pegada al hueso o dejarlo pulido, o el estudio de las respiraciones previas al escupitajo, la alimentación del día anterior a la competición para estar más en forma o el asesoramiento de algún coach, que inocule al competidor la necesaria motivación.
Y termino amigos, como siempre volviendo a la frase, no mía, con la que iniciaba este relato. Como friki que me considero, terminaré con una defensa del colectivo. No por ser minoritaria una afición pasa a ser despreciable, o extravagante en el contexto los tiempos. Vivimos en una sociedad barroca, donde se da a las apariencias, al diseño, una importancia desmedida. El individuo que se adapta a este contexto sobrevive y pasa desapercibido. Otros encontramos ridículo y extravagante la pasión mayoritaria por la tecnología. Aún recuerdo el día en que ví por primera vez un Smartphone con pantalla táctil. Nos arremolinábamos alrededor del dispositivo quedando abducidos durante minutos, igual que pasó a aquellos primates cuando vieron por primera vez el fuego.
Se considera normal el precio desorbitado de algunos productos a los que se consigue adornar con un nombre y un envase atractivo. Busca un producto exótico, como la caca de perro del Himalaya, acierta en el nombre y en el diseño del envase, también en el anuncio de la tele, y te harás rico. Lo mejor es que cuando la gente vea que en realidad ha comprado una cosa que no sirve para nada, en lugar de sentirse estafados te admirarán aún más por tu talento creativo y tus aportaciones a la mercadotecnia.
También se considera normal pasar 6 o 7 horas el fin de semana viendo fútbol por la tele, o programas en los que pretendidos sabios discuten con malos modos sobre lo divino y lo humano.
Todo eso no es friki, aunque sí bastante ovejuno lanar.
Estoy convencido de que dentro de pongamos 300 años, nuestra sociedad será analizada por otros menos tontos que nosotros y considerarán que se trataba de una sociedad mayoritariamente friki, a excepción de algunos individuos que se ocuparon de lo que de verdad importa: la mitología sumeroacadia, además de Rilke.
Por todo ello, amigo, aún estás a tiempo de salir de la mediocridad. Busca tu afición y únete a nosotros. Besos.

Manuel Del Rey Alamillo

miércoles, 10 de diciembre de 2014

ADVIENTO

Mira al Señor que viene… (Is. 30, 19). Juan sabe que Dios prepara algo muy grande, de lo cual él debe ser instrumento, y se coloca en la dirección que le señala el Espíritu. Nosotros sabemos mucho más acerca de lo que Dios tenía preparado para la humanidad, conocemos a Cristo y a su Iglesia, sabemos que el mundo necesita a Cristo, sabemos que la felicidad y la salvación de los hombres dependen de Él.
Nosotros somos testigos y precursores, hemos de dar testimonio, y, al mismo tiempo, señalar a otros el camino. Grande es nuestra responsabilidad, porque ser testigos de Cristo supone que nuestra conducta recuerde a Jesús, de manera que al vernos puedan decir: éste es cristiano, porque no odia, porque sabe comprender, porque no es fanático, porque está por encima de los instintos, porque es sacrificado, porque manifiesta sentimientos de paz, porque ama.
Quizá el mundo ahora, en muchos casos, no espera nada, o espera en otra dirección, de donde no vendrá nadie. Quizás muchos están volcados en los bienes materiales, como si fueran su fin último, sin saber que con ellos no llenarán su corazón; otros pondrán todos sus esfuerzos en el ser, en el reconocimiento, y tampoco lograrán la felicidad.
Nuestra gran alegría será testimoniar con nuestra vida que hemos sido ganados por Cristo, que sólo Él satisface todas nuestras expectativas, todos nuestros anhelos y deseos de felicidad, y todo sin perder de vista que es la gracia de Dios y no nuestros esfuerzos, la que mueve los corazones.
Este Adviento que hemos comenzado, es una nueva oportunidad que nos concede el Señor para acercarnos más a ÉL, para crecer en Santidad, de manera que el amor de Dios sobreabundante en nosotros pueda contagiar a todos los que pasan por nuestro lado.

jueves, 4 de diciembre de 2014

LAS ESTRELLAS

Dedicado a Manolo Flamil, con quien aprendí lo poquito que sé de astronomía

Una de las constantes que aparecen en la moneda española es la presencia en ellas de una o varias estrellas. Es muy interesante en ese sentido el periodo medieval hispanomusulmán, en el que nos vamos a detener en varios casos.

Ya desde el principio de la invasión observamos la presencia de la estrella en las monedas que tradicionalmente se ha identificado con la estrella Sirio, la más luminosa del cielo,  porque al aparecer por occidente se la identificaba con Al Andalus.
Este primer periodo de dominio musulmán se denomina indistintamente Periodo de Conquista, Periodo de los Gobernadores o Waliato (de walí, gobernador)
Son piezas casi exclusivamente de cobre que se denominan feluses y que tienen como característica su grosor; puede que alguno de ellos se acuñase en África.
Al primero que vemos se le conoce precisamente como el felús de la estrella:


Felús del Periodo de Conquista, ceca Al Andalus
Peso: 10 gramos; diámetro: 19-22 mm; grosor: 4 mm.

Es una moneda de cobre, tosca y gruesa. En su parte central tenemos una estrella de 7 puntas, y en ella se lee en su orla del anverso:   "No Dios sino Allah .... Mahoma el enviado .....". La encontramos también con 6 u 8 puntas. Y en la otra cara “Al Andalus” en el centro en dos líneas. Su año de acuñación hay que situarlo alrededor del 108 H.



Felús del Periodo de Conquista
Peso: 3´1 gramo; diámetro: 15-17 mm; grosor: 2´5 mm

Anverso: "En el nombre de Dios // el reino es de Dios"
Reverso: “Mahoma, enviado de Dios”, y entre los dos renglones la estrella


Felús del Periodo de Conquista
Peso: 1´3 gramos; diámetro: 11 mm; grosor: 2 mm

Con estrella de 5 puntas y espiga en el anverso. Son monedas muy pequeñas. Se calcula que fueron acuñadas con anterioridad al 143 H, pues los hallazgos en la excavación realizada hace unos años en la Mezquita-Catedral de Córdoba las sitúan en los niveles del suelo correspondientes a ese año.

Como hemos apuntado las tres monedas anteriores son del denominado Periodo de Conquista, estando España bajo el mandato de los gobernadores de Damasco.

 Felús de Muhammad I
Peso: 1,7 gr ; diámetro: 19 mm ; grosor: 1 mm

 Felús de Muhammad I del 268 H, ceca de Al Andalus

 Las leyendas están completas. Sólo traducimos la orla del anverso por los datos que contiene:
“En el nombre de Dios se acuñó este felús en Al Andalus el año ocho y sesenta y dos cientos”


En el año 132 H (756 JC) el único omeya que quedó de la revolución abasida en Siria, logró formar un reino independiente en Al Andalus. Era el que conocemos como Abderramán I, o Abderramán el Inmigrado.
Y un sucesor suyo, el emir Muhammad I (238-273 H) tiene sus monedas con la presencia generalizada de la estrella, como en los dos casos que se exponen.
En todo caso en el Emirato de Córdoba los feluses se caracterizan por un menor grosor a la vez que una escritura con rasgos ya más depurados, y es en el 268 H, y sólo ese año, cuando se produce la acuñación en cobre de Muhammad I con fecha y ceca.
En la puerta de San Sebastián de la Mezquita-Catedral de Córdoba, en su dintel, se lee:
“Por mandato del Amir, perfecciónelo Dios, Muhammad ben Abderramán”. Ese Muhammad es el personaje al que hacemos referencia.


Abderramán III, dirham del 330 H, ceca de Al Andalus

Durante el Califato se va viendo la estrella en muchas monedas. En el caso de Abderramán III, del que es el dirham de la foto, la tenemos de forma permanente desde el año 330 al 333 H.

 Al-Haquen II, dirham del 354 H, ceca de Medina Azahara

Doble estrella aparece en este dirham de Al-Haquen II, de la ceca de Medina Azahara. El año 354 H es el que más se repite en las escrituras que adornan el mihrab de la mezquita de Córdoba; creo que en 4 ocasiones.
En el cuarto renglón del reverso del dirham de Abderramán, y en el tercero de Al-Haquem se lee Príncipe de los Creyentes: es el título del califa.


 Al Muzaffar  Abdelmelik (452-457 H), fracción de dinar del 453 H, ceca de Valencia

Anverso:
“Al-Muzaffar / No dios sino Dios”
Reverso:
“Aben / El Iman / Abd Allah / Aglab”

Y terminamos con esta fracción de dinar del Imperio Almorávide.

Pero nos queda una pregunta. Es curioso que, como hemos visto, la presencia de las estrellas en la moneda hispanomusulmana es una constante, y habría que pensar que lo mismo sucedería con la media luna, símbolo musulmán de todos sabido.
¿Cabría suponer que la media luna la tendríamos al menos en la misma proporción que las estrellas?

Pues no; es más, no recuerdo en este momento que aparezca ni una sola vez. Y sin embargo sí la vemos en monedas cristianas, en unas veces como menguante y en otras como creciente. Así es la vida, lo que esperamos no está y sí lo que no esperamos.

Juan Manuel López Márquez

martes, 25 de noviembre de 2014

EL ELFO DE LOS OJOS AZULES

    Nuestra amiga y socia Maru Riolobos, esposa de Antonio Titos, nos invita a la presentación de su libro EL ELFO DE LOS OJOS AZULES el próximo día 27 de noviembre a las 20:00 horas en la Fundación Miguel Castillejo.

    EL ELFO DE LOS OJOS AZULES es un cuento-relato sobre su nieto Sergio, que padece parálisis cerebral por microcefalia. Con este libro, Maru, quiere alertar y concienciar a la sociedad de que hay muchas personas con este u otros problemas parecidos, que lo están pasando muy mal y que no pueden ser ignorados.

    La presentación del libro estará a cargo de D. José Javier Rodríguez Alcaide, Catedrático Emérito de la Universidad de Córdoba. La entrada al acto es libre.

    Desde la Junta Directiva animamos a los socios a acompañar a Maru en este emotivo acto que es la presentación de un libro con un trasfondo tan humano y le deseamos el mayor de los éxitos, tanto literario como de concienciación.

jueves, 20 de noviembre de 2014

MURALLAS Y PUERTAS DE CÓRDOBA II

ÉPOCA BAJOMEDIEVAL, MURALLAS

La ciudad de Córdoba, conquistada por Fernando III en 1236, en nada se asemejaba a aquella gran urbe del siglo X, considerada por sus visitantes como única en todo el mundo. Efectivamente la Córdoba califal dejó de existir tras la desaparición del califato Omeya. Su propia extensión urbana se vio muy reducida como consecuencia de la destrucción a que se vio sometida la ciudad durante el período de la fitna o guerra civil. Después de ella solamente quedó la zona amurallada denominada la al-Madina y un pequeño sector al oriente de la misma que se había librado de la destrucción y que en la primera mitad del siglo XII (1123) bajo la égida del sultán almorávide Ali b-Yusuf, será también amurallado recibiendo el nombre de al-sharqiyya por su situación con respecto a aquélla.

La ciudad cordobesa al ser reconquistada se encontraba perfectamente divida en dos zonas: la al-Madina al-Ática y la al-Medina al-Sharqiyya o ciudad oriental que encerraba un arrabal grande, mayor que la Madina, encontrándose separadas por el lienzo o sector oriental de la muralla perteneciente a la primera zona. En él existen dos puertas de la muralla y otros tantos postigos, abiertos estos últimos después del amurallamiento de la al-Sharqiyya, que comunicaban las dos zonas urbanas perteneciente a la primera zona. Tanto una como otra tenían igualmente diversas puertas en los distintos sectores o lienzo de la muralla para salir de la urbe, siendo las puertas de la al-Madina (una en el lienzo septentrional, otra en el meridional, dos en el oriental y tres en el occidental) las de nombre más conocido, mientras que de las ocho puertas existentes en los diversos sectores de la muralla de la al-sharqiyya, solamente dos de ellas- las situadas en el lienzo oriental- poseen nombre árabe conocido.

En el momento de la conquista, tanto la al-Madina como la Al-Sharqiyya – llamadas en la Baja Edad Media la Villa y la Ajerquía respectivamente- se encontraban perfectamente amuralladas, el sistema defensivo de la primera sería mucho más perfecto y mejor acabado que el de la segunda, como lo demuestra dos hechos: la facilidad con que los cristianos se hicieron dueños de la Ajerquía y la dificultad que tuvieron para apoderarse de la Medina, donde los musulmanes, tras ser invadida aquélla, se refugiaron rápidamente entre sus muros, desde donde le hicieron frente durante seis meses a los cristianos.

Las murallas en su conjunto, aunque eran en su mayoría de procedencia árabe, fueron ampliadas y reconstruidas en parte durante la época bajomedieval, ya que se irían degradando a medida que transcurrían los años, como lo prueba la cantidad de documentos que hacen referencia a las diversas obras realizadas en ellas para repararlas. Al final, por tanto de estos siglos, nos encontramos con una muralla mixta arábigo-cristiana.

A lo largo de los siglos de la Baja Edad Media, existe una honda preocupación en los diversos estamentos por la conservación de las murallas, teniendo en cuenta su carácter defensivo para la ciudad. De esta forma, algunos reyes interesados por este tema, conceden dinero para ello; es el caso, entre otros, de Alfonso X que deja una cantidad de maravedíes cada año al concejo de Córdoba para labrar los muros de la ciudad, impuestos sobre la aljama de los judíos; de  Sancho IV que dio para siempre el montazgo de Córdoba y su término para las obras de los muros de la ciudad o de Juan I que concede a Córdoba la renta de la roda y asadura de los ganados lanares de sus términos, para destinarlas a la reparación de sus muros y castillos.

Pero, no sólo son los monarcas quienes se preocupan de estos asuntos, ya que el estamento eclesiástico aporta igualmente su grano de arena a esta empresa. Así, por ejemplo  el Obispo de Pamplona concede en la segunda mitad del siglo XIII cuarenta días de indulgencias a los que con su trabajo o con sus limosnas cooperasen a la reconstrucción de las murallas de Córdoba, con motivo de la sublevación de los mudéjares, y, ya en el siglo XIV, el cabildo de la catedral ordena al mayordomo del comunal que entregue diversas cantidades de maravedíes al obrero de los adarves, para cumplir con la obligación que tenía en favor de los >>los muros de los adavaraes<<.

Las obras de conservación efectuada por los cristianos se confunden con las de los musulmanes al ser los moriscos quienes las realizaron. Exceptuando los lienzo de muralla de la época califal, que eran de sillería a soga y tizón, el resto según Ortí Belmonte, son de tapial, mezcla de cal, arena y agua, siendo las reconstrucciones cristianas de piedra y tapial.

La muralla era almenada, con camino de ronda y adarve interior rodeándola, siendo el acceso al muro por escaleras al aire. Su altura oscilaba desde cuatro a quince y aún más metros, estando defendida por un gran número de torres - treinta, según el autor ya mencionado - siendo las cristianas preferentemente cuadradas.

El perímetro de las murallas que rodeaban todo el caso urbano cordobés, fue medido en el siglo XVI por el regidor Andrés Morales y Padilla, siendo su longitud de más de siete mil metros. En este amplío recinto amurallado estaba prohibido, según las ordenanzas de los alarifes, construir casas fuera de las murallas y en los adarves para que éstos no perdieran su valor militar, pero de hecho, esta normativa no se cumplió en algunas zonas de la ciudad.




Plano de Córdoba 1851 plano reducido y reformado del realizado en el año 1811 por el ingeniero de minas Barón de Karvinsky y Joaquín Rillo.

Básicamente la muralla de Córdoba sus puertas y postigos fueron desde la baja edad media hasta el siglo XIX, casi los mismos que figuran en el Plano de los Franceses, del 1811 y en el reformado de 1851. En próximas entregas y basándonos en los citados planos, describiremos las por donde discurren las  murallas de la Villa y de la Axerquía y sus puerta.

                José Luis Arjona Lara


Fuentes:         
La ciudad Hispánica siglos XIII al XVI, Capítulo: El recinto amurallado de la Córdoba bajomedieval por José Manuel Escobar Camacho.
Editorial Universidad Complutense. Madrid, 1987 

Glosario:
Aljama           La aljama era, pues, la junta de judíos o de moros en España durante la Edad Media. También podía ser referida como morería, judería o incluso como la misma sinagoga judía.
Montazgo       Es un derecho o tributo impuesto sobre los ganados y adeudado por el tránsito que hacen por cualquier territorio en favor del Rey y recompensa del seguro amparo y protección que en sí recibe de él.
Roda              Impuesto que se cobraba por transitar por caminos o puertos vigilados.
Asadura          Arbitrio local sobre propiedad de semovientes
Mudéjares     Significa "doméstico" o "domesticado" y que se utiliza para designar a los musulmanes que permanecieron viviendo en territorio conquistado por los cristianos, y bajo su control político, durante el proceso de avance de los reinos cristianos hacia el sur (denominado Reconquista), que se desarrolló a lo largo de la Edad Media en la Península Ibérica.
Moriscos         Fueron los musulmanes del Al-Andalus bautizados tras la pragmática de los Reyes Católicos del 14 de febrero de 1502.
Alarife             Puede referirse a un arquitecto o un maestro de obras.

domingo, 16 de noviembre de 2014

VIAJE BAENA - ALMEDINILLA

Ayer sábado nuestra Asociación disfrutó de un día intenso en el conocimiento de los Tesoros Romanos del sur de Córdoba.
Visitamos el Parque Arqueológico de Torreparedones caminando por su vía romana que nos lleva a la impresionante Puerta de la Muralla que da acceso a esta gran ciudad.
Destacando en esta visita el Santuario ibero-romano donde el betilo sagrado funcionaba como calendario solar, el foro romano con el templo y la curia, la ermita de las Vírgenes dedicada a las santas mártires mozárabes Nunilo y Alodia, el mercado –macellum- y por último la Torre del Homenaje del castillo medieval.
Posteriormente dimos un paseo por el barrio antiguo de Baena, deteniéndonos en la Iglesia de Santa María la Mayor –Catedral de la Campiña-, el Convento de las Dominicas y el Castillo.
Tras un merecido descanso disfrutamos en Almedinilla de unas cervecitas, bien fresquitas, y de una abundante y sabrosa comida –incluidos productos matanceros de la zona y aceite de primera quincena– que fueron el preámbulo de una visita algo acelerada a la Villa Romana del Ruedo (siglo I-IV d.c.).
Conocimos esta especie de cortijo que combina instalaciones productivas (albercas, hornos de cerámicas, almazaras de aceite…) con una lujosa vivienda residencial -ligada al Dios Hypnos- que sigue el modelo de casa mediterránea entorno a un patio central con mosaicos y pinturas murales.


La jornada cultural y de convivencia concluyó con una entrañable eucaristía en la aldea de Fuente Grande donde se nos acogió con gran cariño por parte de esta comunidad encabezada por su párroco.

domingo, 9 de noviembre de 2014

CÓMO ENTRAR EN UNA BARRIGA Y VIVIR PARA CONTARLO

Este pensamiento tan banal y tan sinsentido en el día de hoy, era una continua cuestión realizada por médicos y cirujanos a lo largo de todo el planeta  y a lo largo de toda la historia, ya que simplemente, NO ERA POSIBLE.

No era posible hasta que un grupo de hombres, médicos, cirujanos que luchaban día a día para enfrentarse a un enemigo inquebrantable y siempre victorioso llamado muerte, comenzaron a vencerle y a retrasar su siempre irremediable triunfo. Este grupo de hombres y pioneros tuvieron su apogeo en el siglo XIX, el llamado por muchos autores “El Siglo de los Cirujanos”.

Para entender la importancia de este “siglo”, hay que conocer que la cirugía, es decir, la posibilidad de curar a un paciente con una agresión invasiva de su cuerpo, no entraba en el abdomen o barriga debido a que ello significaba la muerte. Así es de simple pero a la vez complicado, si se entraba en el abdomen se producía la muerte del paciente. Es por ello que cualquier peritonitis, apendicitis, o simplemente una cesárea significaban el fallecimiento del paciente, ¿por qué? Simplemente por tres problemas fundamentales que no encontraron solución hasta que llegamos a este maravilloso siglo, lo que significó el inicio de la cirugía. Estas tres barreras eran y son:  el dolor, la hemorragia y la infección.  La victoria sobre cada uno de estos enemigos tuvo sus concretos héroes  y sus concretas historias, pero éstas, pertenecen a otro capítulo.

La historia que se va a describir es exactamente lo que se menciona en el título de este artículo. Conocido como el padre de la Cirugía fue el primero en entrar en una barriga y vivir para contarlo, por lo que se me permitirá referirme a él como héroe, el Doctor Ephraim McDowell.

La historia parece tener un mérito relativo, pero si nos adentramos en el escenario de la misma nos daremos cuenta de la extraordinaria valía de Ephraim. Para ello ha sido la introducción de la historia, en la que se ha intentado reflejar la nula posibilidad de vivir tras una laparotomía (apertura de abdomen), lo cual provocaba gran frustración en la comunidad médica de aquel siglo.

 Ephraim era hijo del gobernador de Kentucky se formó en Medicina en Maryland y Escocia, posteriormente  se asentó y ejerció su actividad médica en Danville, Kentucky (Estados Unidos) a principios del siglo XIX.

Fue una noche de Navidad de 1809 cuando Ephraim fue llamado a atender a la señora Jane Todd Crawford en  Green County, Kentucky,  a 97 km de Danville. Sus médicos pensaron que la señora Crawford había llegado a término en su embarazo por la distensión que su abdomen presentaba y a los insoportables dolores que aquello le provocaba. Ephraim al verla, diagnosticó  un gran tumor de origen ovárico, a lo que ella respondió que le ofreciera una muerte tranquila y sin dolor. Lejos de aquello, McDowell le propuso la intervención y la extirpación del mismo con la consiguiente información de que jamn, debido a considerarrte fuera el de la intervencicuencia de muerte que ello traerde su casa con la amenaza de la horca por proás alguien había sobrevivido a  una laparotomía. La mujer aceptó a sabiendas de la ausencia de anestesia y ausencia de antisepsia (desinfección). La valentía de aquella mujer y las ganas de vivir conmovieron a Ephraim y éste trasladó a la paciente a su casa en Danville para llevar a cabo la intervención.

Siendo McDowell un eminente miembro de la comunidad y de la iglesia episcopal fue juzgado de antemano por sus vecinos quienes acudieron a las puertas de su casa con la amenaza de la horca si el resultado de la operación fuera la muerte de la paciente, debido a  que se consideraba como asesinato las prácticas de ciertas técnicas quirúrgicas. Aún así, y conociendo las pocas posibilidades de sobrevivir ambos,  la mujer suplicó a Ephraim que la operara y éste aceptó.

La intervención se realizó en casa de McDowell en condiciones nada cercanas a lo que un hospital ofrece hoy en día, pero pudo llevarse a cabo y extirpar más de 10 kilogramos de tumor ovárico junto con ovario y trompa en aproximadamente veinte minutos de intensa agonía para la paciente y tensión para el cirujano, ayudado exclusivamente por su esposa. Gran dolor y aguante debió soportar la señora Crawford durante estos minutos, siendo aún más extraordinario, que ningún lamento salió de su boca, tan sólo palabras de ánimo para su cirujano hasta que quedó inconsciente debido al intenso dolor. Veintiún  días después la paciente superó el posoperatorio  y sobrevivió treinta y dos años tras la misma, McDowell  también pudo contarlo, pues como recordareis la horca le esperaba si el resultado hubiera sido diferente.

Esta hazaña realizada en el antiguo Estados Unidos, que en principio pudo pasar desapercibida, dio la esperanza necesaria que médicos y cirujanos necesitaban para seguir adelante en sus investigaciones  y en su empuje para vencer o más bien retrasar la muerte, consiguiendo superar en aquel maravilloso aquellos tres implacables enemigos que hacían imposible la Cirugía. El bien nombrado padre de la Cirugía y padre de la Ooforectomía, quizás tuvo suerte, quizás Dios actuó en ese momento y nos quiso dar un regalo, pero tras ello, una nueva era comenzó para los cirujanos, una nueva etapa comenzó para la humanidad.

Alvaro Arjona Sánchez.  

miércoles, 5 de noviembre de 2014

EL PELONCITO

Alfonso XIII, 2 pesetas de 1889

Alfonso XIII, 2 pesetas de 1891

Alfonso XIII, 2 pesetas de 1892

Completar una serie de monedas es un ideal de cualquier aficionado, y es difícil porque siempre hay alguna difícil de encontrar.
Os voy a presentar una, que tiene la particularidad de ser pequeña en número, ya que como veis está formada por solo tres ejemplares. Y, como digo, es difícil ver las tres juntas.

Son monedas de dos pesetas de Alfonso XIII de esas que se las conoce comúnmente por “el pelón”. Monedas de 2 pesetas de Alfonso XIII las hay de varios tipos; éstas del “pelón” son las primeras que aparecen.
Había nacido en mayo de 1886 por lo que el busto no se corresponde con la edad. El busto que aparece en ellas corresponde a un niño de 2 años por lo que en el caso de la tercera, de 1892, nuestro Alfonsito tenía ya seis años.
Desde la muerte de Alfonso XII hasta la proclamación de Alfonso XIII cuando cumplió 16 años ejerció la regencia su madre María Cristina.

Fueron muy abundantes en otros valores, por ejemplo los duros del pelón son muy comunes, pero bastante más escasas en el valor 2 pesetas, sobre todo en la de 1891. Las emisiones fueron de

553,343 piezas en la emisión de 1889
93,245 piezas en la emisión de 1891
1.379,216 en la de 1892.

Sirva de comparación que la emisión de 5 pesetas de ese año 1891, una moneda exactamente igual a esas sólo que de mayor tamaño,  fue de más de once millones y medio de piezas.
Son de la ceca de Madrid, con un peso de 10 gramos y un diámetro de 27 mm. La ley de 835 milésimas.

Este busto de Alfonso XIII lo tenemos en todos los valores en plata, 50 cts, 1 peseta, 2 pesetas y 5 pesetas. Y en piezas de oro de 20 pesetas, en este caso mirando a derecha.

Alfonso XIII fue hijo póstumo. Su madre, María Cristina, era la segunda esposa de Alfonso XII con el que ya había tenido dos hijas. Y, como hemos apuntado, se encargó de la regencia hasta la mayoría de edad de su hijo, hasta el año 1902. Diecisiete años en total.
La regencia de María Cristina marca un hito en la vida nacional pues logró el sistema pacífico y alternado en el poder de los conservadores y liberales, acuerdo suscrito por sus líderes Cánovas y Sagasta. Y durante su regencia se aprobaron la Ley del Sufragio Universal y la Ley de Asociaciones.

En esos años también ocurrieron hechos importantes:
En 1889 nació Charles Chaplín
En 1891 León XIII publicó la Rerum Novarum

Y en 1892 nace el General Franco.

   Juan Manuel López Márquez

sábado, 1 de noviembre de 2014

DIA DE DIFUNTOS

3:1 Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa
bajo el sol:
3:2 un tiempo para nacer y un tiempo para morir,
un tiempo para plantar y un tiempo para arrancar lo plantado;
3:3 un tiempo para matar y un tiempo para curar,
un tiempo para demoler y un tiempo para edificar;
3:4 un tiempo para llorar y un tiempo para reír,
un tiempo para lamentarse y un tiempo para bailar;
3:5 un tiempo para arrojar piedras
y un tiempo para recogerlas,
un tiempo para abrazarse
y un tiempo para separarse;
3:6 un tiempo para buscar
y un tiempo para perder,
un tiempo para guardar y un tiempo para tirar;
3:7 un tiempo para rasgar y un tiempo para coser,
un tiempo para callar y un tiempo para hablar;
3:8 un tiempo para amar y un tiempo para odiar,
un tiempo de guerra
y un tiempo de paz.

(Libro del Eclesiastés)

Ocho mil años de civilización, desde que en el Neolítico los hombres se convirtieron en agricultores, se organizaron en ciudades, se especializaron en menesteres y surgieron las clases sociales, el dominio de unos sobre otros.
También hemos aprendido a compenetrarnos con la Naturaleza, hasta tal punto que sincronizamos con ella nuestras emociones humanas. Desde tiempo inmemorial, se ha celebrado en el solsticio de invierno el nacimiento de la luz; en primavera el resurgimiento de la vida tras el crudo invierno; en verano la fiesta y la acción de gracias por las bendiciones de la cosecha… y en otoño, el fin de la vida. El recuerdo de los que ya no están. Un dolor íntimo y sereno. Es necesario vivirlo para estar dispuesto a las siguientes emociones y celebraciones.

Al comenzar el día, antes de ir a Misa, visito un cementerio. Me gusta ir solo. Me fascina el afán de los individuos por perdurar en el tiempo, ya que el cuerpo se corrompe, mediante inscripciones en piedra: lápidas y panteones. Desafío al ecopanteísmo new age de moda entre círculos intelectuales y no tanto: leo y pronuncio los nombres de los difuntos escritos en las piedras, y así reivindico su memoria, los hago revivir, los traigo de nuevo a este mundo.

De vuelta a casa me paro en la pastelería. Bien surtida de buñuelos de viento, huesos de santo, piononos y por supuesto, gachas. Compro una bandeja de estas últimas. Al llegar me encuentro con que la abuela ha traído otra bandeja, de elaboración casera, de una receta que se ha venido transmitiendo de generaciones. Gemita y yo damos buena cuenta de ella, sentados, uno a cada lado de la mesa, disputando cada picatoste de pan frito.

Por la tarde me gusta escuchar el Requiem de Mozart, si es posible en directo. Para mi gusto, la obra musical religiosa más excelsa de todos los tiempos. A los sones del Kyrie Eleison una parte de mí sobrevuela a varios metros del suelo. La otra le da vueltas a la fascinante paradoja de Mozart. Compuso el Requiem justo antes de morir, en el invierno de 1791. Ese mismo año había estrenado la ópera La Flauta Mágica, una exaltación de la masonería, de adoración al dios de la razón frente a las oscuras fuerzas tradicionales que oprimen al ser humano, la religión y la monarquía. Y sin embargo, no es posible, ni siquiera para un gran genio, haber compuesto los acordes del Requiem sin ser sujeto de una profunda emoción religiosa. La pieza denominada Lacrimosa, en concreto sus ocho primeros acordes, fue lo último que compuso antes de morir. Son las notas más tristes jamás compuestas. Es el lamento por la derrota del hombre que quiso ser dios.

Por la noche, el Tenorio. Algo que ya es una tradición, y que como todas las tradiciones, en sus inicios fue criticada por los más conservadores. Me vuelve a situar a caballo entre una y otra vida. Sus versos piden silencio:

¡Cuál gritan esos malditos!
Pero, ¡mal rayo me parta
si en concluyendo la carta
no pagan caros sus gritos

Y así se acaba el día y este artículo. Quizás has echado de menos algún chiste o broma de los habituales en este cronista de curiosidades. Pero eso, querido lector, hoy no toca. Buenas noches.

     Manuel Del Rey Alamillo