martes, 28 de diciembre de 2021

PROPÓSITO DE AÑO NUEVO

Decía mi admirada Isabel Allende que “debemos de tener memoria selectiva para recordar lo bueno, prudencia lógica para no arruinar el presente y optimismo desafiante para encarar el futuro”. Estos días, donde la sexta ola parece más que ola, un tsunami, tengo esta frase como un “leitmotiv” de mi día a día.

La memoria selectiva nos ha permitido emborronar aquellos momentos en los que nos hemos sentido frágiles ante un monstruo minúsculo, casi invisible y dejar grabado en la memoria de lo vivido aquellos instantes en los que nos hicimos fuertes en la fortaleza nuestros hogares, en el baluarte de nuestras familias. La prudencia lógica nos ha llevado a valorar todo aquello que dimos como heredado por el mero hecho de estar aquí, ahora y estar vivos. Y el optimismo desafiante nos debe ayudar a mirar al futuro como una nueva oportunidad para avanzar y no caer en esa falsa superioridad que nos hizo pensar que éramos indestructibles por ser simplemente humanos.

Lo que este golpe de realidad nos ha dejado claro es que la pandemia ha trastocado lo cotidiano y es muy probable que cuando todo esto termine muchas de aquellas cosas que hacíamos habitualmente hayan desaparecido de nuestras vidas. Que todo ha cambiado, que esto nos ha cambiado y que nos ha hecho diferentes. Que tenemos nuevos miedos, que han salido a flote responsabilidades ocultas y que, por fin, nos damos cuenta que éramos verdaderamente ricos y no lo sabíamos. Ricos en muchas cosas, ricos en libertad.

Nos hemos dado cuenta que nuestras acciones de hoy pueden ser muy relevantes para un futuro cercano. Nos hemos dado cuenta que el amor y la amistad son más importantes que el dinero y el “yo primero”. Que la vida está para ser vivida y no para atesorarla.

Pues vivamos, con responsabilidad, pero vivamos. Es el momento de coger el toro por los cuernos porque donde hay un cambio hay una nueva oportunidad para ser mejores, para intentar estar a la altura de lo que nuestra vida nos venía pidiendo, pero nunca lo dimos como prioritario. No perder la perspectiva de lo importante, la vida verdaderamente vivida, y que nos hará mirar hacia el futuro con optimismo.

A Dios le pido que para este año nuevo haga conmigo un ejercicio de creatividad y que me ayude a hacer de cada día una obra maestra, utilizando todos los colores de la paleta de la vida y, sobretodo, sonreírle a medida que la escribo.

Raúl González.

miércoles, 24 de noviembre de 2021

LOS SECRETOS ENTERRADOS EN EL CEMENTERIO DE LA SALUD Y CONVIVENCIA-TAPEO

Las fotos de "Los secretos enterrados en el cementerio de la Salud de Córdoba" y posterior convivencia-tapeo.

PINCHA Y ACCEDE A LOS ÁLBUMES DE FOTOS DE GÉNESIS

domingo, 14 de noviembre de 2021

VOLVEMOS

Tras un paréntesis debido a la pandemia que estamos viviendo, nuestra asociación vuelve a retomar su actividad socio-cultural contando con las medidas sanitarias que correspondan en cada momento.

miércoles, 13 de octubre de 2021

ANTICUARIOS

La pequeña localidad de Villeneuve les Avignon se asoma al gran río Ródano en la orilla opuesta a la ciudad papal. Precisamente surgió en torno a una fortificación que mandó construir el Rey de Francia para defender sus fronteras con el Sacro Imperio Romano Germánico. No se distingue de otras localidades provenzales en cuanto al esmero en el cuidado del urbanismo y el paisaje, en sus casas con postigos coloreados y sus calles de suave serpenteo, que se conservan tal y como las pintaron Van Gogh o Cezanne. 

Una abadía con preciosos salones abovedados y jardines y magníficas vistas, y una gran cartuja semiderruida son por este orden sus mayores atractivos turísticos. Precisamente por estar catalogados en este orden en las guías de viajes, todos los turistas van a la abadía y dejan de lado la cartuja, lo que provoca que la abadía esté abarrotada y haya largas colas para entrar, mientras que a la cartuja se pueda acceder sin reserva ni espera y se pueda vivir la telúrica experiencia de recorrer sus claustros, salas y la iglesia en absoluta soledad, sin cruzarse con ser humano alguno (doy fe). Son las consecuencias del vicentismo imperante (¿dónde va Vicente?, donde va a la gente), que aconseja evitar las atracciones turísticas con calificación sobresaliente y pasar a las de notable, para que las visitas sean mucho más agradables. Siempre y cuando no se tenga la imperiosa necesidad de hacerse la foto con la Gioconda detrás para ponerla en Instagram o no tengas problema en reconocer ante el cuñado que no, que no entraste en Versalles, que las colas son de dos horas y el Salón de los Espejos no es el mismo cuando está plagado de señores de Oklahoma en bermudas y chanclas y jovencitas de los suburbios de Liverpool disfrazadas de María Antonieta pese a su evidente sobrepeso.

Bueno, sigo, que me pierdo. A donde quería llegar es a que la otra atracción turística de Villeneuve les Avignon que suele aparecer en las guías de viajes es su mercado de antigüedades de los sábados.

No es uno de esos “rastros” en los que se amontonan hierros y cachivaches sin utilidad aparente. Lo que llama la atención es que se exponen solo objetos de cierto valor como mobiliario, porcelanas, vajillas, crucificados de bronce, pinturas devocionales, etc. Objetos que parecen tener una antigüedad de entre 100 y 150 años. Y la calidad y abundancia del material da una idea de la pronta existencia en Francia de una clase media numerosa, acomodada y refinada.

Me gustan especialmente este tipo de antigüedades por tratarse de objetos que han estado en íntimo contacto con sus propietarios. Siento un morbo especial al verlos y tocarlos e imaginar su historia y la vida de quienes los han usado y disfrutado.

En el mango de alpaca del espejito de mano juvenil que le compramos a Gemita imagino las manos de la muchacha que lo recibió  como regalo de Reyes y que tantas veces se miró en él, trato de seguir el rastro de su jabón perfumado y creo que al asomarme a él, por un momento imperceptible, no es mi imagen la que aparece, sino la de aquella que aprendió la geografía de su rostro, sus accidentes e imperfecciones, durante largos ratos mirándose en su superficie pulimentada. Me pregunto qué fue de su vida, si encontró el amor que esperaba, si la hizo feliz, si terminó sus días acompañada de los suyos o en anónima soledad.

Y en esos platitos de postre de porcelana que conseguimos a buen precio por ser la hora de cierre del mercadillo, escucho su tintineo al impactar con suavidad contra la superficie de la gran mesa del comedor principal en el momento de ser colocados con precisión geométrica y lógica cartesiana para preparar una cena navideña. Trato de captar el sabor de la repostería que preparaba aquella tía soltera. Escucho las conversaciones de sobremesa, las historias familiares, las canciones que se repiten un año tras otro en las mismas fechas…

No me atrevo a llevarme recuerdos personalísimos, postales de viajes escritas, fotografías de boda o comunión, condecoraciones de guerra, títulos académicos. Pasado despreciado por familias que solo dieron valor a lo que se podía vender por dinero. Leer esas postales me produce la misma sensación, morbosa y culpable, que espiar a una muchacha en la intimidad de su habitación por el ojo de la cerradura.

Dice Josemi Rodríguez Sieiro que le da pena ver una casa con decoración minimalista, porque es significativo de una persona sin pasado. Digo yo que peor es cuando se avergüenza de su pasado o en su inmersión en la predominante cultura cosmopaleta de nuestros días, no es capaz de apreciarlo.

Manuel del Rey Alamillo