Si hablamos de pintura cordobesa en el siglo XVII, hablaríamos principalmente de dos autores: Antonio del Castillo y Acisclo Antonio Palomino. Pero nos dejaríamos atrás a uno de los pintores cordobeses que mayor fama alcanzó. Estoy hablando del insigne Juan de Alfaro y Gámez, nuestro tercer ilustre personaje de La Córdoba ilustre y desconocida. ¡Comencemos!
Nuestro personaje Juan de Alfaro y Gámez nace, en Córdoba, el 16 de marzo de 1643. Hijo del hidalgo don Francisco de Alfaro, boticario natural de Córdoba, y de doña Melchora de los Reyes Ruiz de Mellado y Gámez. Fue bautizado al día siguiente en la iglesia parroquial de San Pedro y tuvo como padrino a Gonzalo de Cárdenas.
Retrato de Diego Velázquez reposando en el catafalco de la capilla ardiente, realizado por Juan Alfaro |
Vivió tanto en Córdoba como Madrid, alternando la residencia en ambas ciudades a lo largo de su vida. Se casó en 1666 en la parroquia cordobesa de Santo Domingo de Silos con Isabel de Heredia, enviudando prontamente sin descendencia de este matrimonio. En segundas nupcias, de nuevo en Córdoba, casó en 1679 con Manuela de Navas, hija de Alonso de Gaete, de quien tuvo un hijo: Alfonso.
Entre sus obras hubo numerosos retratos de personajes de la nobleza como los de Don Bernabé Ochoa de Chinchetru, caballero de la Orden de Santiago, fechado en 1661 y actualmente en el Museo de Bellas Artes de Córdoba; el retrato de D. Pedro Calderón de 1a Barca, realizado entre 1668 y 1675 y actualmente en la Biblioteca Nacional de Madrid; el retrato de una dama del Museo de Bellas Artes de Córdoba, realizado entre 1667 y 1678; Retrato de la señora doña Isabel Díaz de Morales Muñiz de Godoy y Aguayo, realizado en 1675 y actualmente en el Museo de Bellas Artes de Bilbao; algunos otros retratos de la familia de don Juan Morales, caballero veinticuatro de la ciudad de Córdoba; el retrato de Don Luis Fernández de Córdoba, Marqués del Carpio, realizado en 1675 y actualmente en el Convento de Santa Ana de Córdoba; etcétera, etcétera, etcétera.
Aunque desarrolla casi toda su actividad en la Corte , bajo el mecenazgo de Pedro de Arce, caballero de Santiago, y Juan Gaspar Enríquez de Cabrera, almirante de Castilla, ello no impide que realice un número importante de obras para Córdoba. En uno de sus regresos a su ciudad natal coincide con el momento en que los franciscanos de San Pedro el Real deciden decorar el claustro de su convento con la vida de San Francisco; atraídos por la fama y el prestigio que tenía el joven maestro, le encargan gran parte de los lienzos. Este encargo motiva una de las anécdotas más conocidas de la pintura cordobesa que refleja el carácter dispar de dos de los pintores cordobeses más famosos de su tiempo. Comenta Palomino, que Alfaro firmó todos sus cuadros poniendo “Alfaro pinxit”, hecho que hizo que Antonio del Castillo, dolido por las pretensiones del discípulo y a quien se le había encargado un lienzo sobre el bautismo de San Francisco, firmara su obra con “Non pinxit Alfaro”. Desgraciadamente, los lienzos que realizó Juan de Alfaro para el claustro han desaparecido. Sólo se conserva El Nacimiento de San Francisco, hoy en el Museo de Bellas Artes de Córdoba.
El Nacimiento de San Francisco de Juan de Alfaro |
Bautismo de San Francisco de Antonio del Castillo |
También destacables son las obras que realizó para la Santa Iglesia Catedral de Córdoba. Nos encontramos, entre otras, un retrato de Fray Alonso de Salizanes, Obispo de Córdoba, en la Sala Capitular ; las pinturas del Monumento del Jueves Santo, realizadas en 1680, que se conservan actualmente entre la Catedral , la iglesia parroquial de Peñarroya-Pueblo Nuevo y la casa sacerdotal de Córdoba; la Anunciación del trascoro de la capilla mayor de la Catedral ; y las pinturas murales de la Capilla de Nuestra Señora de la Concepción o del Obispo Salizanes de la Catedral de Córdoba, comenzado el proyecto en 1679, y celebrándose su inauguración el 2 de diciembre de 1682. La antecapilla se cubre con una media naranja, en la que se representa una gloria presidida por el Espíritu Santo en torno al cual se mueven angelotes que sostienen en sus manos símbolos marianos. En las esquinas, los cuatro Evangelistas. Las paredes con ventanas fueron revestidas igualmente con pinturas y fondos arquitectónicos. En ellos aparecen San Francisco de Asís y San Antonio de Padua.
Además de las obras religiosas anteriormente comentadas, realizó el Bautismo de Jesús para el Santuario de Santa María de Linares, en 1662; la Anunciación del convento de carmelitas descalzos de San José o San Cayetano, realizado entre 1675 y 1680, y donada al Convento por Don Francisco Antonio Bañuelos y Murillo, canónigo quien también regaló la imagen de Ntro. Padre Jesús Caido; el David conduciendo en triunfo la cabeza de Gollat del convento de San Jerónimo de Valparaíso; una Anunciación de un coleccionista privado; la Asunción , realizada en 1668, del Museo del Prado y depositada, actualmente, en la iglesia de San Jerónimo el Real de Madrid; la Última Cena del Convento de las Mercedarias de la Purísima Concepción de Madrid...
También, le fue encargada la Galería de Retratos de los
Obispos de Córdoba, de la que realizó dieciocho retratos, desde el retrato del
obispo Leopoldo de Austria hasta el del obispo Salizanes.
Ya en paradero desconocido podemos
citar, entre muchas otras, el Retablo de la Plaza de la Almagra de Córdoba, realizado en 1675 y
desmontado en 1841; y la
Encarnación del Verbo Divino del Oratorio de Carmelitas
Descalzas de Córdoba, realizado entre 1662 y 1668.
Además de su obra como pintor,
destaca también por haber recuperado manuscritos de Pablo de Céspedes y
escribir una biografía sobre él que sirvió a Antonio Palomino, protegido de
nuestro querido personaje, de base para la que incluyen en su obra Vidas.
También escribió sobre Gaspar Becerra y el propio Velázquez, pero por desgracia
el manuscrito de Alfaro no llegó a publicarse y se perdió.
Nuestro Juan de Alfaro, también, fue
notario del Santo Oficio de la Inquisición. Y en un momento delicado de su vida
por verse envuelto en un pleito que consistía, resumidamente, en querer gravar
el arte de la pintura, dejó la pintura y se dedicó a la labor de administrador
de Rentas Reales.
Para hablar sobre la muerte de Juan
de Alfaro, tenemos que irnos hasta el año 1675. En este año el almirante de
Castilla es desterrado a Medina de Rioseco. Alfaro le abandona y regresa de
nuevo a Córdoba. A los años, el almirante vuelve de su destierro y, estando
dolido por la ingratitud de Alfaro, no le readmite. El disgusto a Alfaro le
condujo, según Palomino, a un estado de postración y melancolía que le causó la
muerte. Falleciendo el 7 de diciembre de 1680 en Madrid. La partida de
defunción se encontró en la parroquia de los Santos Justo y Pastor; en ella se
indica que falleció en la calle de la
Cabeza , casas de los Pizarros, enterrándose amortajado con el
hábito de San Francisco, en secreto, en la Merced Calzada.
Esta partida niega el enterramiento en San Millán que recogiera Palomino.
Y hasta aquí nuestro recorrido
virtual sobre la vida y obra de Juan de Alfaro. ¿Quién será nuestro próximo
personaje ilustre y desconocido?
Ángel Luis González Martínez