Creo
que ocurrió hace un mes. Un personaje pintoresco del medio oeste norteamericano
que pretendía demostrar que la
Tierra es plana. Necesitaba fabricar un cohete para subir a 1.500 metros de altura
y hacer fotografías con las que demostrar su descabellada teoría.
Para
llevar a cabo su propósito organizó una campaña de crowdfunding. Sea unos
donantes por ser también convencidos terraplanistas, sea por otros, sospecho
que los más, que deseaban hacer chanza del personaje y de su ridículo
propósito, el caso es que consiguió fondos suficientes. No solo eso, sino que
fabricó un cohete en el que despegó y subió a cierta altura. El problema es que
le falló el paracaídas con el que pensaba aterrizar. En el vídeo que podéis ver
en youtube se ve como el cohete baja a la misma velocidad a la que ascendió,
cayendo en picado e impactando contra el duro suelo del desierto ante la mirada
estupefacta de sus colaboradores, que quizás no se esperaban tal desenlace. El
desdichado pseudocientífico, como podéis adivinar, pereció en el acto.
El
caso es que proliferan las sectas y personajes pintorescos que siguen
defendiendo que la Tierra
es plana. El argumento consiste en no creer nada del conocimiento que otros
hayan podido adquirir antes, y tomar de la realidad solamente las evidencias
que avalan la teoría propia, ignorando las que la desmienten.
Este
mecanismo se repite en muchos otros campos, de ahí que cada vez más se agrupe a
estas teorías absurdas en el término terraplanismo.
Evidentemente
la primera fuente de teorías que así daremos en llamar, terraplanistas, es el
de las creencias religiosas. En los últimos 400 años la ciencia ha robado a la
religión gran parte del conocimiento del universo que esta última parecía
atesorar. Se ha comprobado empíricamente que la Tierra no es plana, que
gira alrededor del Sol y no al revés, y que nuestra especie no procede de una
primera pareja llamados Adán y Eva creados del barro, sino que es fruto de la
evolución desde otras especies animales.
Estas
verdades que nuestra religión católica ha terminado aceptando sin demasiados
traumas ni cismas, entre las religiones y sectas protestantes del país que pasa
por ser el más desarrollado del mundo se siguen cuestionando cada día. Hay que
tener en cuenta que la razón de ser del protestantismo fue desconfiar del
magisterio de la
Iglesia Católica y acudir a las fuentes, la Biblia , que como mis
lectores saben perfectamente, leída de forma literal, puede suministrar un
conocimiento del mundo bastante confuso.
Otro
campo abonado al terraplanismo es el del nacionalismo. El nacionalismo genera
una tergiversación de la historia, que además se impone en las escuelas, con el
agravante de que la mayor parte de la población carece de la conciencia crítica
suficiente como para cuestionar lo que le enseñó el profe D. Manuel o D.
Francisco, por poner. Esas enseñanzas cristalizan y no hay que las resetee.
El
nacionalismo también tergiversa la realidad actual, generalizando aspectos
propios y del enemigo o interpretando de forma sesgada datos económicos o de
otro tipo.
Ejemplos
no los tenemos lejos. En el Noreste de la Península Ibérica
hay quien está convencido y “puede demostrar “ que Cristóbal Colón, Miguel de
Cervantes, Calderón de la Barca ,
Santa Teresa de Jesús, y otros personajes ilustres nacieron en ese espacio
comprendido entre el Ebro y los Pirineos.
Pero
no nos confiemos, el primer error es ver la interpretación absurda que hace el
otro de la realidad, pero no por absurda sino por ser contraria a la nuestra,
que quizás sea igualmente absurda y chovinista. No estamos exentos de caer en
la misma trampa.
En
general todas las ideologías tratan de tomar los aspectos de la realidad que
las avalan, mientras ignoran los que las ponen en cuestión. Como dice un cura
que yo conozco, “de ideología andamos todos sobrados”. Pero qué trabajo nos
cuesta ser coherentes y ponerlas en cuestión cuando los hechos nos demuestran
que estamos equivocados, o que al menos las ideas necesitan ser matizadas.
Claro que introducir matices o dudas te lleva a que los tuyos te tachen de blando
y de tener complejos frente al adversario.
Hace
algún tiempo leí un estudio que se había hecho en universidades
norteamericanas, consistente en una encuesta a estudiantes, que venía a
concluir que éstos suelen elegir su ideología o sus creencias según percepciones
que nada tienen que ver con un análisis crítico de la realidad, sino del
atractivo o del aura que rodea a los grupos que las defienden y a sus líderes.
Es decir, si una determinada creencia resulta atractiva y sobre todo si viene a
justificar la animadversión que se pueda tener a un grupo o colectivo la visión
del mundo que predica será defendida a ultranza aunque la realidad vaya por
otro lado. Se comprobó la existencia de una falta de sinceridad en los
estudiantes porque en muchos casos se daban cuenta del desajuste entre la
realidad y sus creencias, pero aún así preferían construir su vida en torno a
estas últimas, al haberse generado un espíritu de grupo y una zona de confort
en torno a ellas.
La
preeminencia de la ideología la lleva a acaparar otros ámbitos y a caer en el
sectarismo. Si un músico, un futbolista o un torero, por poner algunos
ejemplos, no son de mi cuerda, ya no son buenos en lo suyo. Y lo más curioso
son algunas ecuaciones que se forman en base a la fuerza que mueve el mundo, la
de los prejuicios.
No
suelo leer los hilos de Twitter, pero cuando raramente lo he hecho, en temas
taurinos que suelo seguir, compruebo que por parte de algunos detractores se
hace la siguiente correlación: aficionado a los toros = facha = machista = maltratador
de mujeres. Es decir, un aficionado a los toros, maltrata a las mujeres. Por
otro lado me encuentro la tendencia opuesta: tiene perro = animalista = vegano
= antitaurino. Lo más curioso es que el tener perro y ser al mismo tiempo
aficionado a los toros genera recelos en ambos grupos y te hace perder lo que
podríamos llamar pureza de sangre para unos y otros.
Creo
recordar que uno de mis primeros artículos en esta página trataba sobre los
cuentos de hadas de toda la vida. Una de las características que os relacionaba
de tales cuentos es la del maniqueísmo. Hay un bueno y un malo. Al niño no lo
puedes liar con bipolaridades, dobleces ni evolución de caracteres, aunque en
la vida real sea lo más normal. En las películas americanas tampoco. Es lo propio
de una mente aún infantil, que no ha desarrollado una conciencia crítica del
mundo. Pues mirad, algunos llegan a viejos y se mueren sin hacer uso de ese
instrumento que Dios les puso en la cabeza. Y no me refiero al pelo, rubia.
Manuel
del Rey Alamillo
Muy bueno
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