jueves, 26 de marzo de 2020

TERRAPLANISMO

Creo que ocurrió hace un mes. Un personaje pintoresco del medio oeste norteamericano que pretendía demostrar que la Tierra es plana. Necesitaba fabricar un cohete para subir a 1.500 metros de altura y hacer fotografías con las que demostrar su descabellada teoría.

Para llevar a cabo su propósito organizó una campaña de crowdfunding. Sea unos donantes por ser también convencidos terraplanistas, sea por otros, sospecho que los más, que deseaban hacer chanza del personaje y de su ridículo propósito, el caso es que consiguió fondos suficientes. No solo eso, sino que fabricó un cohete en el que despegó y subió a cierta altura. El problema es que le falló el paracaídas con el que pensaba aterrizar. En el vídeo que podéis ver en youtube se ve como el cohete baja a la misma velocidad a la que ascendió, cayendo en picado e impactando contra el duro suelo del desierto ante la mirada estupefacta de sus colaboradores, que quizás no se esperaban tal desenlace. El desdichado pseudocientífico, como podéis adivinar, pereció en el acto.

El caso es que proliferan las sectas y personajes pintorescos que siguen defendiendo que la Tierra es plana. El argumento consiste en no creer nada del conocimiento que otros hayan podido adquirir antes, y tomar de la realidad solamente las evidencias que avalan la teoría propia, ignorando las que la desmienten.

Este mecanismo se repite en muchos otros campos, de ahí que cada vez más se agrupe a estas teorías absurdas en el término terraplanismo.

Evidentemente la primera fuente de teorías que así daremos en llamar, terraplanistas, es el de las creencias religiosas. En los últimos 400 años la ciencia ha robado a la religión gran parte del conocimiento del universo que esta última parecía atesorar. Se ha comprobado empíricamente que la Tierra no es plana, que gira alrededor del Sol y no al revés, y que nuestra especie no procede de una primera pareja llamados Adán y Eva creados del barro, sino que es fruto de la evolución desde otras especies animales.

Estas verdades que nuestra religión católica ha terminado aceptando sin demasiados traumas ni cismas, entre las religiones y sectas protestantes del país que pasa por ser el más desarrollado del mundo se siguen cuestionando cada día. Hay que tener en cuenta que la razón de ser del protestantismo fue desconfiar del magisterio de la Iglesia Católica y acudir a las fuentes, la Biblia, que como mis lectores saben perfectamente, leída de forma literal, puede suministrar un conocimiento del mundo bastante confuso.

Otro campo abonado al terraplanismo es el del nacionalismo. El nacionalismo genera una tergiversación de la historia, que además se impone en las escuelas, con el agravante de que la mayor parte de la población carece de la conciencia crítica suficiente como para cuestionar lo que le enseñó el profe D. Manuel o D. Francisco, por poner. Esas enseñanzas cristalizan y no hay que las resetee.

El nacionalismo también tergiversa la realidad actual, generalizando aspectos propios y del enemigo o interpretando de forma sesgada datos económicos o de otro tipo.

Ejemplos no los tenemos lejos. En el Noreste de la Península Ibérica hay quien está convencido y “puede demostrar “ que Cristóbal Colón, Miguel de Cervantes, Calderón de la Barca, Santa Teresa de Jesús, y otros personajes ilustres nacieron en ese espacio comprendido entre el Ebro y los Pirineos.

Pero no nos confiemos, el primer error es ver la interpretación absurda que hace el otro de la realidad, pero no por absurda sino por ser contraria a la nuestra, que quizás sea igualmente absurda y chovinista. No estamos exentos de caer en la misma trampa.

En general todas las ideologías tratan de tomar los aspectos de la realidad que las avalan, mientras ignoran los que las ponen en cuestión. Como dice un cura que yo conozco, “de ideología andamos todos sobrados”. Pero qué trabajo nos cuesta ser coherentes y ponerlas en cuestión cuando los hechos nos demuestran que estamos equivocados, o que al menos las ideas necesitan ser matizadas. Claro que introducir matices o dudas te lleva a que los tuyos te tachen de blando y de tener complejos frente al adversario.

Hace algún tiempo leí un estudio que se había hecho en universidades norteamericanas, consistente en una encuesta a estudiantes, que venía a concluir que éstos suelen elegir su ideología o sus creencias según percepciones que nada tienen que ver con un análisis crítico de la realidad, sino del atractivo o del aura que rodea a los grupos que las defienden y a sus líderes. Es decir, si una determinada creencia resulta atractiva y sobre todo si viene a justificar la animadversión que se pueda tener a un grupo o colectivo la visión del mundo que predica será defendida a ultranza aunque la realidad vaya por otro lado. Se comprobó la existencia de una falta de sinceridad en los estudiantes porque en muchos casos se daban cuenta del desajuste entre la realidad y sus creencias, pero aún así preferían construir su vida en torno a estas últimas, al haberse generado un espíritu de grupo y una zona de confort en torno a ellas.

La preeminencia de la ideología la lleva a acaparar otros ámbitos y a caer en el sectarismo. Si un músico, un futbolista o un torero, por poner algunos ejemplos, no son de mi cuerda, ya no son buenos en lo suyo. Y lo más curioso son algunas ecuaciones que se forman en base a la fuerza que mueve el mundo, la de los prejuicios.

No suelo leer los hilos de Twitter, pero cuando raramente lo he hecho, en temas taurinos que suelo seguir, compruebo que por parte de algunos detractores se hace la siguiente correlación: aficionado a los toros = facha = machista = maltratador de mujeres. Es decir, un aficionado a los toros, maltrata a las mujeres. Por otro lado me encuentro la tendencia opuesta: tiene perro = animalista = vegano = antitaurino. Lo más curioso es que el tener perro y ser al mismo tiempo aficionado a los toros genera recelos en ambos grupos y te hace perder lo que podríamos llamar pureza de sangre para unos y otros.

Creo recordar que uno de mis primeros artículos en esta página trataba sobre los cuentos de hadas de toda la vida. Una de las características que os relacionaba de tales cuentos es la del maniqueísmo. Hay un bueno y un malo. Al niño no lo puedes liar con bipolaridades, dobleces ni evolución de caracteres, aunque en la vida real sea lo más normal. En las películas americanas tampoco. Es lo propio de una mente aún infantil, que no ha desarrollado una conciencia crítica del mundo. Pues mirad, algunos llegan a viejos y se mueren sin hacer uso de ese instrumento que Dios les puso en la cabeza. Y no me refiero al pelo, rubia.

Manuel del Rey Alamillo

1 comentario:

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