Había una vez hace mucho, mucho tiempo (exactamente 2017
años), una ciudad llamada Jerusalén cuyos pueblos vecinos más cercanos siempre
estaban discutiendo, jamás se ponían de acuerdo, y es que cada uno pensaba de
si mismo que lo que hacia era lo mejor y mas importante, lo más difícil de
hacer, hasta tal punto llegaba su enemistad que ninguno quería saber nada del
otro (cada pueblo pensaba que no necesitaba al pueblo vecino).
Un día llegó a Jerusalén la noticia de que iba a nacer el
hijo de un gran Rey, la verdad es que nadie sabía muy bien cuál era su reino ni
hasta donde llegaba su poder e influencias.
Todos y cada uno de los habitantes de Jerusalén y los cinco
pueblos vecinos comenzaron a hacer lo que ellos creían que hacían mejor.
Uno fabricó las más ricas y vistosas telas que jamás se
habían visto, (el Rey vestiría con lujosos ropajes).
Otro se dedicó hacer las mejores y cómodas sandalias, (tan
sólo dignas de ser calzadas por un Rey).
Otro pueblo se dedicó hacer las vasijas más bonitas y
lustrosas que jamás se habían visto hasta entonces.
En el pueblo vecino más pequeño pero no por ello menos
importante escogieron las flores más bonitas y raras para regalárselas al Rey.
Y por último del pueblo más lejano escogieron la mejor fruta
jugosa y grande.
El día del nacimiento del hijo del Rey todos esperaban que
viniese a nacer en un lujoso palacio, sin embargo pasó algo extraordinario. Una
estrella enorme se posó encima de un establo, todos los pastores de Jerusalén y
de los pueblos vecinos que estaban cerca fueron corriendo a ver que pasaba,
cual fue la sorpresa de todos cuando al llegar vieron a un pequeño niño en un
pesebre protegido por sus padres y al calor de una mula y un buey. Todos fueron
ofreciéndole sus regalos. Las telas abrigaron al Niño en esa fría noche, las
sandalias cubrieron sus pequeños pies, las flores dieron buen olor al establo,
las vasijas sirvieron para que los del pueblo lejano dejasen su fruta fresca y
jugosa.
Todos miraban al Niño inquietos por saber el regalo que más
le había gustado, y el Niño con una gran sonrisa les hizo ver que el mejor
regalo de todos era verlos allí juntos a esos cinco pueblos que durante tantos
años habían estado enemistados, todos comprendieron que cada uno era bueno en
lo que hacia y que juntos podían hacer mejores cosas que por separado, cada
pueblo necesitaba de los demás pueblos para ser mas prósperos.
Desde entonces todos los años por las mismas fechas se
reúnen para celebrar el nacimiento de este Rey que desde su pequeñez fue y será
el más grande por los siglos de los siglos. Un Rey que vino a traer paz y amor
entre los pueblos de toda la
Tierra.
Ana Delgado Laguna
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