"Dr. Livingstone, I presume?" (¿El doctor Livingstone,
supongo?) Ilustración de 1876 del encuentro
entre Stanley y Livingstone.
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“El
Doctor Livingstone, supongo...” Resulta tópico pero ineludible comenzar un
artículo relacionado con Stanley con esta frase. Como es bien sabido, cuando el
periodista Henry Stanley logró encontrarse con el famoso explorador Livingstone
en Ujiji, en el corazón de Africa a orillas del lago Tanganika, rodeado de una
multitud de nativos, y después de años sin noticias sobre su paradero, no tuvo
muchos problemas para reconocer al único mzungu (hombre blanco) del
lugar.
Es
el episodio más conocido de una epopeya, la exploración y conquista del
interior de Africa por el hombre blanco, protagonizada por un abanico de nobles
británicos, Livingstone, Burton, Speek, Baker... entre los que se coló por
propios méritos Stanley, un plebeyo galés nacionalizado norteamericano, que
comenzó como periodista y que acabó superándolos a todos al cruzar Africa hasta
el Atlántico explorando el Río Congo, descubrir las legendarias Montañas de la Luna y dirigir la
colonización del llamado Congo Belga.
Venían
a ser en el siglo XIX lo que siglos antes habían sido nombres de resonancias
hispanas como Hernán Cortés, Pizarro, Almagro, Elcano y un largo etcétera. Pero
el declive del Imperio español y la ambición de los habitantes de Albión
hicieron que nuestros bisabuelos se tuviesen que contentar con leer en los
periódicos las aventuras de aquellos héroes, salvo muy honrosas excepciones
como la del vitoriano Manuel Iradier.
Precisamente a cubrir la
información de uno de los últimos episodios del declive español vino Stanley en
1869 a
Madrid. El protagonista de nuestro artículo, Henry Morton Stanley, justo antes
de ser enviado a Africa en busca del mítico Livingstone, trabajaba en Madrid
para el periódico The New York Herald, informando sobre los acontecimientos
posteriores al derrocamiento de Isabel II.
El paciente lector que
haya llegado a este punto se preguntará qué tiene todo esto que ver con la
línea de contenidos de esta publicación. Pues dejándonos de preámbulos diremos
que Stanley, en el curso de sus trabajos periodísticos en España visitó
Córdoba. En eso no se distingue de otros viajeros románticos también ilustres
que describieron su perspectiva de un país que durante mucho tiempo se iba a
seguir considerando exótico más allá de los Pirineos. El interés que tiene lo
que escribió nuestro personaje sobre Córdoba y lo que le distingue reside en
que no se trata de unas narraciones literarias contaminadas por los adornos
propios de tal naturaleza, sino de artículos de periódico que describen unos
acontecimientos ocurridos en nuestra ciudad desde el punto de vista de un
foráneo que la visita.
Efectivamente,
el 10 de Junio de 1869 se convocó en Córdoba un mitin de masas republicano, el
llamado Pacto Federal, que reuniendo a cargos electos y personalidades
republicanas pretendía completar la Confederación de Pueblos de España.
Ese
mismo día llegó Stanley a Córdoba, alojándose en la habitación 46 de la fonda
Suiza junto con el resto de los enviados de prensa internacional. Cuando llegó
al escenario del acto, la Plaza
de la Corredera ,
se vio sorprendido por la asistencia de un numerosísimo público, calculó un
total de 60.000 personas, elegantemente vestidas, y una plaza engalanada, al
igual que el resto de la ciudad, por millares de banderines y estandartes
tricolores que colgaban de los balcones. Había franjas blancas con los nombres
de celebridades que habían laborado por la causa de la libertad, entre ellas
sus compatriotas Washington, Franklin, Jefferson, Adams y Lincoln. Además,
presidiendo la tribuna de oradores, había una bandera española tricolor junto
con otra de los Estados Unidos de América, y enseñas de los mismos colores con
la leyenda “Viva la
República Federal Española. Viva la República de los Estados
Unidos”.
Henry Morton Stanley |
El
primero en hablar fue el alcalde, D. Ángel Torres, que ensalzó las virtudes del
republicanismo y criticó la corrupción del gobierno monárquico; a continuación
propuso la instauración en España de una república federal al modo de los
Estados Unidos de América. Otro representante, Garrido, insistió en la idea de
instaurar una república federal compuesta por diecisiete estados, cuyos
representantes compondrían un gobierno nacional. La multitud recibía a los
oradores con entusiasmo, especialmente cada vez que se oía la aclamación “Viva
el pueblo libre de Andalucía”. En sus descripciones, Stanley se deja claramente
llevar por el ambiente de euforia y por el hecho de que para los oradores que
expusieron sus ideas, el modelo político a seguir fuese el de su país de
adopción y del periódico para el que escribía: “Nunca como ayer las bellas
cordobesas parecieron tan risueñas, ni tan semejantes a hermosas amazonas; y
los gallardos, ágiles atletas de Sierra Morena y de la serranía de Granada,
tenían aspecto de embrionarios héroes”.
El
acto terminó con la interpretación de La Marsellesa y del Himno de Riego, y con la firma
por los dirigentes políticos de su adhesión al Pacto Federal.
Al
día siguiente, Stanley realizó las visitas de rigor a los monumentos y
edificios más emblemáticos de nuestra ciudad y por la noche la prensa local
ofreció una cena a los corresponsales extranjeros, en la cual Stanley, debido a
su nacionalidad norteamericana, fue objeto de especial atención lo que le llevó
a realizar una incendiaria e idealista proclama política. El acto fue recogido
en una nota de sociedad del diario La Andalucía cuyo recorte fue conservado por
Stanley, que decía literalmente: “Anoche, a las once, los periodistas españoles
residentes en Córdoba, obsequiaron a los extranjeros con una serenata, a cuyo
efecto, Angel Torres, el ilustrado y
simpático alcalde, puso la banda municipal a disposición de los primeros. El
público se asoció a este obsequio y tanto la calle en que está la fonda Suiza,
morada de los mencionados periodistas, como el espacioso patio del
establecimiento, se vieron concurridos por una numerosa muchedumbre. Tocáronse
aires nacionales, recibiendo los corresponsales extranjeros repetidas pruebas
de deferencia y simpatía”.
Para
más información sobre las vivencias de Stanley en España y en concreto en
Córdoba, inmediatamente anteriores a su periplo africano, recomiendo la lectura
del libro “Stanley, de Madrid a las fuentes del Nilo”, de Ramón Jiménez Fraile.
Creo que merece la pena saber que durante unos días Córdoba fue centro de
atención en todo el mundo por los acontecimientos que aquí se desarrollaron, y
que testigo privilegiado y cualificado de lo ocurrido fue un personaje que más
tarde iba a adquirir una enorme relevancia histórica nivel mundial.
Pero
con independencia de lo anterior, que no pasa de lo anecdótico, es necesario
detenerse en el contenido de los discursos y debates políticos de aquel
momento, idealistas, rayanos en lo ridículo y totalmente alejados de las
necesidades del pueblo. No es el momento y el lugar de reproducirlos, pero
causa perplejidad que las inquietudes de aquella clase dirigente estuvieran tan
absortas en los derechos colectivos de tal o cual región o preocupados por el
modo en que se iba a configurar el gobierno de la Nación. Y que por el
contrario no se hiciese apenas alusión a lo que desde nuestra perspectiva,
ciento treinta años después, constituían los verdaderos motivos del atraso
económico y social de España. Y sobre todo, comprobar que por desgracia, como
el lector podrá deducir con un mínimo de perspicacia, “este País” sigue en
nuestros días enfrascado en los mismos argumentos vacuos y estériles mientras
la gasolina sigue subiendo.
Manuel Del Rey
Manuel Del Rey
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