(I CAPUCHINOS - CUESTA DEL BAILÍO)
La historia, aún despierta, acompaña mi paseo.
Hay penumbra en la plaza de Capuchinos, es madrugada, es primavera.
Una parada ante el" Santo Cristo de Capuchinos", esa imagen marmórea pero bella.
La luz tenue de sus faroles da armonía al conjunto, y las velas suplicantes , con su luz rojiza, hacen de mensajeros de ruegos, de favores pedidos, ¿te sentirás acuciado por tantos y tantos, verdad?, le digo.
Una oración, me mira... y sonríe.

Silencio, solo se oyen algunos pasos sobre el severo empedrado y, no mucho más lejos, desde el muro del convento de Capuchinos, el canto de alguna rapaz nocturna pone música a este momento.
Sigo mi andar pausado, lento.
Me detengo y miro las estrellas que lucen en la bóveda celeste; avanzo y abandono el encanto y la poesía de esta plaza; me dirijo hacia la "Cuesta del Bailío" y al llegar percibo el tenue ruido del agua en la fuente que la corona.

Me detengo ahí. Medito tanta belleza. A mi lado, sigue la historia. La miro a la cara. Ella me mira y siento un suave beso en mi mejilla, con una leve sonrisa. Gracias.
La noche sigue en todo su esplendor. La historia os quiere, me dijo también en un susurro al lado del agua.
Cuidadme, no me dejéis sola.
Miguel Ruiz Jiménez
Bello texto, sereno y sentido, para honrar parte de los múltiples encantos de una ciudad más que bimilenaria a la que amamos como a la mejor de las madres y, a veces, odiamos con la rabia del hijastro a la madrastra cuando esta no se muestra generosa.
ResponderEliminarEnhorabuena a su autor.
José Antonio Ortega Anguiano