Parte del grupo en el Hospital de los Venerables |
El pasado sábado 12 de noviembre nuestra Asociación Socio Cultural GÉNESIS disfrutó de una jornada cultural y de convivencia en Sevilla.
Con puntualidad inglesa, tras caminar por un laberinto tortuoso de calles desde donde nos dejó el autobús, llegamos al Hospital de Los Venerables a las once de la mañana. Dos jóvenes guías de la Fundación Focus nos esperaban para entre una gran asistencia de público, primer sábado de la Exposición Velázquez Murillo, hacernos hueco por los diferentes espacios del antiguo hospital, mostrándonos el edificio y su historia, hasta llevarnos al centro neurálgico de nuestra visita que era a asistir al encuentro entre dos grandes maestros de la pintura, formados con una generación de diferencia en una Sevilla abierta y culta, Diego Velázquez y Bartolomé Esteban Murillo.
A las una de la tarde nos encontrábamos visitando la Iglesia Colegial del Divino Salvador, tras hacer las paces y entendernos de una vez con los dichosos aparatos audio-guías que nos habían entregado en la entrada.
Hay que destacar sus catorces impresionantes retablos como son sobretodo el Retablo Mayor (1779) y el Retablo de la Capilla Sacramental (1764) de Cayetano de Acosta y el Retablo del Cristo de los Afligidos de Gaspar Ginés (1635).
También en esta iglesia encontramos tallas como Jesús de la Pasión (1615) de Juan Martínez Montañés y el Cristo del Amor (1620) de Juan de Mesa.
Ya con apetito, a eso de las dos, en pleno centro de Sevilla, nos disipamos entre la masa de gente que estaba en la zona de movida de la plaza del Salvador y alrededores, por las innumerables tabernas y bares que ofrece esta ciudad para degustar las tapas típicas y sus pescaítos, y así descansar un poco con una buena cerveza en la mano (mas que una eran dos o tres), otros con una copa de manzanilla o Jerez.
En algún rincón te podías encontrar alguna tuna universitaria, de la promoción del abuelito de Heidi, pero que amenizaba agradablemente con melodías que todos conocemos ese rato de sosiego del almuerzo.
Por último, a las cinco menos cuarto de la tarde, accedíamos al interior del Palacio de las Dueñas por el Patio de los Limoneros. Una vez dentro, nos situamos en el eje central de la casa, el Patio Principal.
Patio de belleza única, que reúne todo lo que se le puede pedir a un patio: luz, frescor, cuidadas flores y plantas, tapices legendarios, cuadros de incalculable valor y elementos arqueológicos procedentes incluso de la época pre-romana. Yeserías y artesonados renacentistas de gran calidad, elaborados con minuciosidad impecable, suelos de losetas de cerámica vidriada que nos dan paso a las diferentes estancias ubicadas alrededor de este patio, cada una en un peculiar estilo, al estilo de Cayetana con sabor andaluz y muchos de ellos con acento taurino.
No vamos a profundizar más en detalles históricos, escultóricos ni pictóricos porque lo más importante de esta visita se había cumplido, era la felicidad de nuestros corazones que se hallaban entre los muros y paredes del palacio-hogar que fue testigo de los últimos momentos de Cayetana, nuestra querida «duquesa de Alba». (Creo que esto último ha quedado un poco cursi pero puede servir).
Tras esta intensa jornada cultural y emocional, todo el mundo feliz y con muchas ganas de coger y sentarse en el autobús, son las seis y media y de vuelta a casa.
¡Ah!, y con una copita de anís para amenizar el regreso.
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