Estamos a las puertas de concluir el año
jubilar de la
Misericordia. Durante todo este año hemos oído numerosas
charlas, homilías y catequesis o hemos leído libros, artículos sobre la Misericordia. Entre
todo este material que ha llegado a nuestras manos, se me han quedado algunas
ideas que me apetece compartir.
* La Misericordia de Dios
es eterna, sin límite de tiempo. La Misericordia de Dios es inmensa, sin límite de
lugar ni espacio. La
Misericordia de Dios es universal, no se reduce a un pueblo o
raza.
*¡Cuántas veces la Misericordia de Dios
nos ha recogido mal heridos, nos ha puesto bálsamo en las heridas, nos las ha
vendado…!
* La Misericordia es la
plenitud de la virtud de la justicia y sin ésta, no se puede ejercitar la misericordia,
y así, después de dar a cada uno lo suyo, lo que por justicia le pertenece, la
misericordia nos debe llevar más lejos: saber perdonar con prontitud, tener
siempre una palabra de aliento para el que está hundido, dar un consejo
oportuno al que está desorientado, tener una actitud de servicio que haga
posible la convivencia en la familia, en el lugar de trabajo, en las relaciones
sociales…
* La Misericordia es una
disposición del corazón que nos lleva a compadecernos de las miserias que
encontramos cada día: tener comprensión con los defectos ajenos, mantener una
actitud benevolente que nos dispone a pensar bien, a disculpar fácilmente, a
respetar las diferencias y peculiaridades de cada persona.
*”Dichosos
los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia”. A Dios le urge
que sus hijos tengamos esta actitud para con nuestros hermanos. Nos propone
esta bienaventuranza como camino para alcanzar la felicidad. Nos enseña que la
verdadera felicidad no consiste en tener y poseer, en juzgar y tener razón, en
imponer la justicia a nuestro modo, nuestro criterio, sino más bien en dejarnos
tomar por Dios, en someternos a su justicia generosa, en aprender de Él la
práctica cotidiana de la Misericordia.
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