Llegan fechas bonitas, de encuentros y reencuentros, fechas
de recuerdos y felicidad; sobre todo recuerdos de la infancia.
Hoy mismo, delante de la Virgen Inmaculada
de la Parroquia
de mi barrio, mis hijos de nuevo me han recolocado, situado y por unos instantes
he vuelto a sentirme niña, sin miedo, fresca, apasionada!... pues el más puro
sentimiento nace de lo más sencillo, del amor de una madre, de la
fragilidad de un niño y de la seguridad
de un padre. Delante de la imagen María dice mi hijo: “mamá, esa virgen es la
que a mí me gusta, sencilla, sin oros, si parece una niña, es la más bonita que
he visto nunca”.
Y es que María nos trae el mejor regalo! Su SÍ!
¿Qué queremos que nuestros hijos/as tengan? ¡Si ya tienen lo más preciado! Unos padres, su tiempo y
dedicación, su esfuerzo, su cariño, su estar siempre. Los más pequeños no
desean otra cosa, somos los adultos los que ingeniamos actividades, salidas,
regalos... enmascarando y creando necesidades y esclavitudes que a veces son
barreras y obstáculos para llegar a ellos.
María nos enseña a servir, pero a servir de verdad, sin
impaciencias, sin esperar nada a cambio, sin mirar el reloj, a servir con
mayúscula, confiada y entregada. Digamos al Señor ¡Hágase! Dejemos que Él nos
modele, nos haga, pero dejemos espacio y tiempo para ello! A eso nos enseña
María, a darle tiempo a Dios. Cuando mi hijo se ha quedado a rezar al final de
la misa, delante de la virgen, mientras todas las personas salían con prisas
por la puerta, a penas el sacerdote se había marchado, he pensado: si es que no
le damos tiempo al Señor para que haga el milagro en nosotros! ¿Qué vamos a
regalar a nuestros hijos e hijas si no dedicamos a nuestro Padre ni una hora al
día, para que nos hable, nos diga qué y cómo, y a nosotros mismos para
rectificar?
Démonos tiempo para reflexionar, para el silencio, para la
duda, para la espera, así regalaremos a
nuestros pequeños un tiempo de calidad;
con serenidad les enseñaremos a pensar, a mirar, a caminar…..pero sólo
si dejamos TIEMPO AL SEÑOR podremos REGALARLO después.
Blanca
Ortiz Lora
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