Resulta un lugar comúnmente frecuentado en numerosas conversaciones la comparación entre una obra literaria y su versión cinematográfica. Como todos somos muy cultos y hemos leído el libro nos apresuramos a dejar claro que preferimos el libro, que por supuesto contiene escenas y reflexiones que no quedan acertadamente recogidas por el filme. A mi modo de ver resultan ociosas tales comparaciones, tratándose de artes distintas, cada una con sus activos y limitaciones. Ahora bien, cosa distinta es que la obra sea fiel o no a su original, en lo cual desde luego las versiones cinematográficas jolibudienses dejan mucho que desear, si bien, en muchas ocasiones, todo hay que decirlo, el resultado es a mejor.


Hércules, Heracles en el original griego, fue el más conocido héroe mitológico de la antigüedad. Se trató de un personaje que estaba destinado a hacer grandes obras desde el mismo momento de su concepción o incluso antes. Zeus, el dios supremo del Olimpo, tuvo conocimiento de que los Gigantes, seres que habían dominado la Tierra antes que los dioses, tenían intención de recuperar dicho dominio, y para evitarlo, tendría que engendrar a un mortal, bien que con cualidades extraordinarias, que le hiciese la faena.

Zeus se largó con un cigarrillo en la boca, derecho al Olimpo, su casa, para darse una ducha y tumbarse en el sofá a ver las carreras de cuadrigas, que las echaban en el Plus. Ya tendría tiempo al día siguiente de contárselo todo con pelos y señales a sus amigotes Apolo y Hermes. Más o menos lo que hacemos todos los hombres en estas ocasiones. Y lo mejor es que como se había presentado con la figura de Anfitrión, podía estar tranquilo de que Alcmena no le iba a llamar para tomar café y hablarlo.
Os preguntaréis qué pasó cuando llegó Anfitrión, el verdadero Anfitrión, a casa de Alcmena y le contó la misma historia de que había matado a los asesinos de sus hermanos. Pues se ve que Alcmena debía haber ansiado el momento durante mucho tiempo, porque si bien algo extrañada, finalmente le dijo: “Anda bicho, desde luego, es que no tienes hartura, venga, vamos otra vez al catre campeón”. No obstante, a Anfitrión le pareció extraña la actitud de su novia, así que después de todo aquello se fue a ver a un oráculo que le informó de toda la verdad, y desde entonces no volvió a yacer con ella.
Cuando Hera, la esposa de Zeus, se enteró de lo sucedido se pilló un cabreo de narices. Lo peor es que su marido era reincidente, y ella estaba harta de aguantar las burlas de las otras diosas. Para intentar calmarla, Zeus, el muy cachondo, lo dijo que el niño venía al mundo con una misión especial, y que además le iba a poner un nombre que le iba a gustar: Heracles, que significa “en honor de Hera”. A la diosa, como es lógico, no le satisfizo la explicación. Encima cachondeíto, poniéndole mi nombre al niño. Este se va a enterar. Lo que menos le agradaba es que para esa misión especial se hubiese buscado no a una mujer virtuosa, sino a la más maciza. Lo malo de las venganzas de Hera es que como no podía hacer nada contra su esposo, porque era el rey de los dioses, la tomaba con sus amantes y sus vástagos ilegítimos haciéndoles la vida imposible.

Por supuesto que Heracles cumplió con la misión para la que había nacido, la de acabar con los Gigantes que amenazaban el dominio de los dioses sobre la Tierra. Gracias a él existe la mitología tal y como la conocemos, además de muchas otras cosas, ya que de lo contrario ahora estaríamos gobernados por una especie de dinosaurios y posiblemente no tendríamos fútbol ni feria de Sevilla.
Pero además de lo anterior, Heracles fue conocido por muchas otras aventuras y vicisitudes que sufrió a lo largo de su vida, siendo la más conocida de todas la de sus Doce Trabajos.


Y fue Euristeo quien le impuso sus doce trabajos, que en un principio eran diez, pero dos de ellos le fueron suspendidos injustamente por haberlos acometido vulnerando las reglas.

Quizás el trabajo más conocido sea el de la limpieza de los establos del rey Augías. Euristeo se dio cuenta de que Heracles era invencible en cuanto a fuerza y valentía, que no había criatura viviente que pudiera con él. Así que después de pensarlo durante varios días tuvo una idea. Hay una sensación que va más allá del miedo, que puede dar lugar al pánico, que es el asco. Pensad en la fobia que causan a algunas personas los reptiles, las arañas, las cucarachas o desde luego los cadáveres en descomposición. Pues resulta que Euristeo pensó que Heracles podía ser presa de la misma sensación, que podía ser paralizante, si lo mandaba a limpiar los establos del rey Augías, que eran famosos por no haber sido nunca limpiados, y que debido a la suciedad que habían acumulado desprendían un hedor insoportable a muchos kilómetros a la redonda. En esta ocasión Heracles recurrió a la astucia y consiguió dejarlos relucientes desviando el curso de un río.
En lo que se refiere al título de este escrito nos tendremos que ir al décimo trabajo, aquél en el que Euristeo le ordenó traerle los bueyes de Gerión. Estos bueyes eran unos retintos de espectaculares solomillos de los que vemos pastando plácidamente bajo los enormes molinos de viento al pasar por Tarifa o Vejer. En concreto, el ganado de Gerión estaba en una isla en la zona de Cádiz llamada Eritia, posiblemente la isla de León, en San Fernando. Al pasar por lo que hoy es el estrecho de Gibraltar, camino de San Fernando, se encontró con que en esa época el Atlántico y el Mediterráneo se encontraban separados por una franja de tierra, o lo que es lo mismo Europa y África estaban unidas por dicha franja. A nuestro héroe no le pareció práctico para la navegación y el comercio, y mucho menos para el control de la inmigración ilegal, por lo que de un par de tajos acabó con la franja de tierra, uniendo así los dos mares y amontonando los escombros a ambos lados del estrecho, en lo que se conocen como las Columnas de Hércules, el Peñón de Gibraltar y el Monte Hacho.


Cuando Blas Infante se puso a pensar un escudo para Andalucía, copiando el escudo de Cádiz y cogiendo la mitología por los pelos, hizo protagonista del mismo a Hércules, atribuyéndole nada más y nada menos que la fundación de Andalucía y no sé si incluso precursor del flamenco y antepasado de Camarón. Por eso a Hércules, que después de morir resucitó y subió al Olimpo, le salen ronchas cada vez que comprueba lo que han hecho con su Andalucía los politicastros que nos gobiernan.
Y ya no os cuento más sobre Hércules, porque si lo hago os vais a aburrir y vais a perder las ganas de leer algo más sobre este personaje y sus parientes. Ahora, os invito a que vayáis a ver la peli y después de que vuestro niño reciba un mandoble de su primito, a quien se te ha ocurrido llevar al cine y que ha querido imitar al protagonista, me digáis si la peli os gustó más que mi historia.
Manuel Del Rey Alamillo
Manuel Del Rey Alamillo
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