lunes, 8 de septiembre de 2014

DOMINATOR HERCULES FUNDATOR

Resulta un lugar comúnmente frecuentado en numerosas conversaciones la comparación entre una obra literaria y su versión cinematográfica. Como todos somos muy cultos y hemos leído el libro nos apresuramos a dejar claro que preferimos el libro, que por supuesto contiene escenas y reflexiones que no quedan acertadamente recogidas por el filme. A mi modo de ver resultan ociosas tales comparaciones, tratándose de artes distintas, cada una con sus activos y limitaciones. Ahora bien, cosa distinta es que la obra sea fiel o no a su original, en lo cual desde luego las versiones cinematográficas jolibudienses dejan mucho que desear, si bien, en muchas ocasiones, todo hay que decirlo, el resultado es a mejor.

Digo todo esto porque este pasado fin de semana se ha estrenado en los cines la película Hércules, y van a ser ineludibles en los foros eruditos los comentarios sobre la fidelidad o no de su argumento con el mito griego. Particularmente no espero de la película que contenga la belleza y riqueza antropológica del mito. Sin embargo, se trata de un personaje que da mucho juego a la hora de presentar escenas de lucha espectaculares, que provocarán que los primitos, a la salida del cine pretendan emularlas y se escalabren unos a otros.

Pero sí me da pie a escribir sobre una vinculación de origen poco conocido, que es la de Hércules con nuestra región, Andalucía. No me extrañaría que más de uno ignore hasta la fecha que el personaje que aparece en nuestro escudo es Hércules, ataviado con una piel de león, rodeado de dos leones, bajo dos columnas que sujetan un arco de medio punto,  con la leyenda Dominator Hércules Fundator. Voy a tratar de explicar el motivo de dicha presencia.

Hércules, Heracles en el original griego, fue el más conocido héroe mitológico de la antigüedad. Se trató de un personaje que estaba destinado a hacer grandes obras desde el mismo momento de su concepción o incluso antes. Zeus, el dios supremo del Olimpo, tuvo conocimiento de que los Gigantes, seres que habían dominado la Tierra antes que los dioses, tenían intención de recuperar dicho dominio, y para evitarlo, tendría que engendrar a un mortal, bien que con cualidades extraordinarias, que le hiciese la faena.


No tardó en encontrar a la mujer que engendraría al héroe, porque Zeus era ya bastante conocido por sus aventuras amorosas y ya le había echado el ojo a la bella Alcmena, que estaba prometida a Anfitrión. Y como dios que era, tenía recursos más que suficientes para acceder al vientre de la hermosa mujer. Alcmena había prometido a Anfitrión que podría casarse con él en cuanto vengase la muerte de sus hermanos, que habían sido asesinados por un grupo de ladrones de ganado. Estando Anfitrión en ello, se presentó Zeus una noche en casa de Alcmena, si bien encarnado en la figura de Anfitrión. Informó a Alcmena de que había encontrado y matado a los asesinos de sus hermanos, y acto seguido ella se le entregó en una noche de amor que duró lo que duran dos noches y un día. No es que les diese esa impresión subjetiva, es que Zeus, muy pillo él, para prolongar el episodio había ordenado al Sol que no saliese al día siguiente, con lo que la noche duró treinta y seis horas, tiempo suficiente para satisfacer todas sus fantasías sexuales con Alcmena.

Zeus se largó con un cigarrillo en la boca, derecho al Olimpo, su casa, para darse una ducha y tumbarse en el sofá a ver las carreras de cuadrigas, que las echaban en el Plus. Ya tendría tiempo al día siguiente de contárselo todo con pelos y señales a sus amigotes Apolo y Hermes. Más o menos lo que hacemos todos los hombres en estas ocasiones. Y lo mejor es que como se había presentado con la figura de Anfitrión, podía estar tranquilo de que Alcmena no le iba a llamar para tomar café y hablarlo.

Os preguntaréis qué pasó cuando llegó Anfitrión, el verdadero Anfitrión, a casa de Alcmena y le contó la misma historia de que había matado a los asesinos de sus hermanos. Pues se ve que Alcmena debía haber ansiado el momento durante mucho tiempo, porque si bien algo extrañada, finalmente le dijo: “Anda bicho, desde luego, es que no tienes hartura, venga, vamos otra vez al catre campeón”. No obstante, a Anfitrión le pareció extraña la actitud de su novia, así que después de todo aquello se fue a ver a un oráculo que le informó de toda la verdad, y desde entonces no volvió a yacer con ella.

Cuando Hera, la esposa de Zeus, se enteró de lo sucedido se pilló un cabreo de narices. Lo peor es que su marido era reincidente, y ella estaba harta de aguantar las burlas de las otras diosas. Para intentar calmarla, Zeus, el muy cachondo, lo dijo que el niño venía al mundo con una misión especial, y que además le iba a poner un nombre que le iba a gustar: Heracles, que significa “en honor de Hera”. A la diosa, como es lógico, no le satisfizo la explicación. Encima cachondeíto, poniéndole mi nombre al niño. Este se va a enterar. Lo que menos le agradaba es que para esa misión especial se hubiese buscado no a una mujer virtuosa, sino a la más maciza. Lo malo de las venganzas de Hera es que como no podía hacer nada contra su esposo, porque era el rey de los dioses, la tomaba con sus amantes y sus vástagos ilegítimos haciéndoles la vida imposible.

Alcmena dio a luz a unos gemelos, Heracles e Ificles. Sólo uno de ellos, Heracles, era hijo de Zeus, y el otro lo era de Anfitrión. Que cómo supieron quién era cada uno? Pues resulta que Hera, decidida  a acabar con el pequeño, mandó dos serpientes a su cunita. Cuando Anfitrión y Alcmena fueron a la habitación de los niños se encontraron a uno de ellos agarrando a dos ofidios exangües uno con cada mano. Desde entonces no tuvieron duda alguna de quién de los dos era Heracles.

Por supuesto que Heracles cumplió con la misión para la que había nacido, la de acabar con los Gigantes que amenazaban el dominio de los dioses sobre la Tierra. Gracias a él existe la mitología tal y como la conocemos, además de muchas otras cosas, ya que de lo contrario ahora estaríamos gobernados por una especie de dinosaurios y posiblemente no tendríamos fútbol ni feria de Sevilla.

Pero además de lo anterior, Heracles fue conocido por muchas otras aventuras y vicisitudes que sufrió a lo largo de su vida, siendo la más conocida de todas la de sus Doce Trabajos.

Resulta que Heracles, de origen le viene al galgo, tampoco hacía ascos a las mozas de buen ver. En uno de sus viajes, pasando por la ciudad de Tebas, liberó a sus habitantes de los recaudadores de impuestos que les tenían agobiados, cortándoles sus narices y orejas. Veis que Heracles era un liberal muy de derechas. El rey de Tebas, que también estaba obligado a pagar los impuestos, cuando se vio liberado de tan pesada carga, en gratitud hacia Heracles le ofreció a su hermosa hija, Megara (que en la película es Irina Shayk; me pregunto si la ofrecería también Cristiano Ronaldo a quien le liberase de pagar impuestos).


Heracles se casó con ella y sentó la cabeza, fueron muy felices y tuvieron tres hijos. Pero he aquí que la celosa Hera, que no había olvidado la afrenta, se enteró de su paradero y mandó sobre él una especie de locura, que le hizo confundir a su esposa y a sus hijos con una leona y unas hienas que amenazaban a su estirpe, por lo que sin miramientos los mató. Cuando se dio cuenta de lo que había hecho se sintió culpable y fue a ver al oráculo de Delfos (que era una especie de confesionario), y éste le dijo que para expiar su culpa tendría que ir a ver al rey más cobarde y tonto del mundo, un tal Euristeo, y humillarse poniéndose a su servicio.

Y fue Euristeo quien le impuso sus doce trabajos, que en un principio eran diez, pero dos de ellos le fueron suspendidos injustamente por haberlos acometido vulnerando las reglas.

En el primero de los trabajos, Heracles fue enviado a acabar con el león de Nemea. Cuando lo mató, le siguió dando golpes con un garrote hasta que su piel quedó curtida y se la echó por encima. De ahí que en nuestro escudo aparezca ataviado de esa guisa.

Quizás el trabajo más conocido sea el de la limpieza de los establos del rey Augías. Euristeo se dio cuenta de que Heracles era invencible en cuanto a fuerza y valentía, que no había criatura viviente que pudiera con él. Así que después de pensarlo durante varios días tuvo una idea. Hay una sensación que va más allá del miedo, que puede dar lugar al pánico, que es el asco. Pensad en la fobia que causan a algunas personas los reptiles, las arañas, las cucarachas o desde luego los cadáveres en descomposición. Pues resulta que Euristeo pensó que Heracles podía ser presa de la misma sensación, que podía ser paralizante, si lo mandaba a limpiar los establos del rey Augías, que eran famosos por no haber sido nunca limpiados, y que debido a la suciedad que habían acumulado desprendían un hedor insoportable a muchos kilómetros a la redonda. En esta ocasión Heracles recurrió a la astucia y consiguió dejarlos relucientes desviando el curso de un río.

En lo que se refiere al título de este escrito nos tendremos que ir al décimo trabajo, aquél en el que Euristeo le ordenó traerle los bueyes de Gerión. Estos bueyes eran unos retintos de espectaculares solomillos de los que vemos pastando plácidamente bajo los enormes molinos de viento al pasar por Tarifa o Vejer. En concreto, el ganado de Gerión estaba en una isla en la zona de Cádiz llamada Eritia, posiblemente la isla de León, en San Fernando. Al pasar por lo que hoy es el estrecho de Gibraltar, camino de San Fernando, se encontró con que en esa época el Atlántico y el Mediterráneo se encontraban separados por una franja de tierra, o lo que es lo mismo Europa y África estaban unidas por dicha franja. A nuestro héroe no le pareció práctico para la navegación y el comercio, y mucho menos para el control de la inmigración ilegal, por lo que de un par de tajos acabó con la franja de tierra, uniendo así los dos mares y amontonando los escombros a ambos lados del estrecho, en lo que se conocen como las Columnas de Hércules, el Peñón de Gibraltar y el Monte Hacho.

Naturalmente, como era de esperar, Heracles mató a Gerión y se quedó con sus vacas y las llevó a Euristeo. Por eso, cuando a vuestro paso por Vejer caigáis en la tentación de engullir un chuletón de retinto, además de invitarme, acordaos de que el bicho que os estáis comiendo es pariente de aquellos que viajaron con Hércules hasta el reino de Euristeo en la Hélade.

No fue esta la única vez que Heracles visitó nuestra tierra, puesto que en el siguiente trabajo se le encomendó traer las manzanas del Jardín de las Hespérides, situado en la Península Ibérica, para lo cual engañó al Titán Atlas, que desde la cordillera del mismo nombre, en el norte de África, había sido condenado a sujetar el firmamento. No estaba mal esta mercancía, puesto que las famosas manzanas de las Hespérides eran el alimento que confería la inmortalidad a los dioses, por lo que Heracles, en un ejercicio de responsabilidad social, una vez las hubo presentado al rey Euristeo, las devolvió a su lugar, ya que hubiese sido temerario que a un tonto, que además de ser tonto, es rey, se le concediese la inmortalidad para desdicha absoluta de sus súbditos.

Cuando Blas Infante se puso a pensar un escudo para Andalucía, copiando el escudo de Cádiz y cogiendo la mitología por los pelos, hizo protagonista del mismo a Hércules, atribuyéndole nada más y nada menos que la fundación de Andalucía y no sé si incluso precursor del flamenco y antepasado de Camarón. Por eso a Hércules, que después de morir resucitó y subió al Olimpo, le salen ronchas cada vez que comprueba lo que han hecho con su Andalucía los politicastros que nos gobiernan.

Y ya no os cuento más sobre Hércules, porque si lo hago os vais a aburrir y vais a perder las ganas de leer algo más sobre este personaje y sus parientes. Ahora, os invito a que vayáis a ver la peli y después de que vuestro niño reciba un mandoble de su primito, a quien se te ha ocurrido llevar al cine y que ha querido imitar al protagonista, me digáis si la peli os gustó más que mi historia.

            Manuel Del Rey Alamillo

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