sábado, 24 de marzo de 2018

STABAT MATER

Stabat Mater - Iglesia San Pablo
Stabat Mater dolorosa
Iuxta crucem lacrimosa,
Dum pendebat filius.
Cuius animam gementem
Contristatam et dolentem
Pertransivit gladius.


De pie la Madre dolorosa
junto a la Cruz, llorosa,
mientras pendía el Hijo.
Cuya ánima gimiente,
contristada y doliente
atravesó la espada.


Hace unos días tuvimos la suerte de asistir a la representación del Stabat Mater de Pergolesi en la Iglesia de San Pablo. Para ambientar y recrear la interpretación musical, la Hermandad de la Expiración, coorganizadora del evento, situó tras la orquesta un Calvario con el Santísimo Cristo de la Expiración y María Santísima del Silencio, aquella que la acompaña cada Viernes Santo por las calles de Córdoba, a sus pies. La iglesia a oscuras y sólo las imágenes iluminadas, junto con la calidad de la interpretación, nos condujeron a unos inolvidables momentos de oración contemplativa.

Hubert Van Eyck
El Stabat Mater es una secuencia del Siglo XIII atribuida al papa Inocencio III, que ha inspirado numerosas
composiciones musicales, entre ellas las más conocidas las de Pergolesi y Rossini, y miles de obras plásticas, pintura y escultura, en todos los tiempos y estilos, desde las de pintores flamencos como Van Eyck o Van der Weyden hasta la original y desgarradora de Tissot, pasando desde luego por las composiciones escultóricas de retablos y conjuntos compuestos para ser sacados en procesión en Semana Santa.

El texto viene a ser una reflexión sobre el dolor de la Virgen ante la muerte de su Hijo, a los pies de la Cruz. Una interpretación superficial podría dar lugar a pensar que se trata de una simple recreación del dolor, de un intento del autor de compadecerse, de empatizar con el sufrimiento de María.

Pero hace falta hurgar detrás de las tres primeras palabras, para dar con su auténtico sentido: “Stabab Mater dolorosa” (Estaba de pie la Madre sufriendo). María, en la dolorosa y humillante muerte de su Hijo, ESTABA.  Y no sólo estaba. Estaba DE PIE. Nada podía hacer para evitarlo, en nada podía ayudar. Pero allí estaba de pie a pesar del sufrimiento.

Creo que con la Pasión de su Hijo, Dios quiso ser hombre hasta el extremo, y vivir en carne propia el sufrimiento que nuestra condición conlleva. Por eso, en las escenas de la Pasión podemos reconocer el sufrimiento de los hombres, de todos los hombres a los que, no lo olvidemos, les tocó o les tocará pasar por el fracaso, la incertidumbre y el desgarro de la enfermedad y la muerte. Aunque queramos convertir los hospitales en hoteles o balnearios, aunque tratemos de esconder la muerte detrás de altos muros o reducirla a cenizas para difuminar su rostro pálido y frío, todo es un simulacro, un intento baldío de felicidad perpetua.

Entre esos momentos de la Pasión que reconozco en mi vida está esa Madre sufriente, que está, que asiste, que permanece a los pies de la Cruz. Reconozco en ella a madres, padres, hijos, hermanos, amigos,… que están cuando toca estar, que no rehúyen su responsabilidad ante la cruz de otros. El mundo sería muy cruel sin ellos. Son ellos quienes lo sostienen y lo hacen más humano.

Este Jueves Santo, por la tarde, acércate a ver pasar al Cristo de Gracia. En algún momento cesará la música de viento y los tambores, el capataz mandará arriar el paso y podrás contemplar la imagen de la Madre sufriendo de pie bajo la Cruz y a pesar del griterío del mundo podrás dirigirle una oración por todos aquellos desahuciados, desechados de nuestra sociedad a quienes los hermanos de esa Cofradía vienen a levantar material y espiritualmente durante todo el año con su admirable obra social.   

Manuel del Rey Alamillo   

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