miércoles, 22 de octubre de 2014

LILITH, LA PRIMERA FEMINISTA

Lilith (1892), por John Collier
Durante siglos los pensadores y artistas griegos debatieron sobre las características que había de contener la auténtica belleza. La polémica se ceñía sobre todo a dos tipos de belleza: una, la de la armonía y la proporción, encarnada por el dios Apolo; otra, la de la fascinación por el caos y la caprichosa infracción de toda regla, encarnada por el dios Dionisos. En el siglo IV antes de Cristo alzaron en el santuario de Delfos un templo cuya fachada occidental está dedicada al dios Apolo y la oriental al dios Dionisos. Finalmente los griegos fueron capaces de captar que un mismo concepto puede estar definido por cualidades antitéticas que forman parte de su esencia.
¿Qué tiene esto que ver con el título que le he dado a este trabajo? Pues si queréis saberlo tendréis que seguir leyendo hasta el final y aplicar un poco de perspicacia, porque el estilo literario al uso no aconseja ser demasiado explícito.

Cambiamos de tercio. Banderillas.
Si leemos el Génesis con atención, en concreto el relato de la Creación, veremos que en realidad se suceden dos relatos de la creación distintos. Y en cada uno de estos relatos la obra termina con la creación del hombre y la mujer.
En concreto, en Génesis 1, 26-27, “Dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine los peces del mar, las aves del cielo, los ganados y los reptiles de la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó”.
Y más adelante, a partir de Génesis 2, 5, se inicia un nuevo relato,  que explica con más detalle la creación del hombre: “Entonces el Señor Dios modeló al hombre del polvo del suelo e insufló en su nariz aliento de vida…” Más adelante, “El Señor Dios se dijo: “No es bueno que el hombre esté solo; voy a hacerle a alguien como él, que le ayude… Entonces el Señor Dios hizo caer un letargo sobre Adán, que se durmió; le sacó una costilla, y le cerró el sitio con carne. Y el Señor Dios formó, de la costilla que había sacado de Adán, una mujer, y se la presentó a Adán. Adan dijo: Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne.”
No soy quién para opinar sobre la interpretación teológica de este doble relato. Pero sí parece indiscutible su origen. Como sabemos, parte de los relatos del Génesis, como la creación o el diluvio forman parte de la mitología mesopotámica, que los judíos aprendieron y adaptaron durante su cautiverio en Babilonia. La mitología mesopotámica, como las demás mitologías, no era más que una multitud de relatos sobre el origen y vida de los dioses, los hombres y del cosmos. Relatos durante miles de años transmitidos oralmente, que fueron evolucionando a medida que se iban superponiendo civilizaciones. Ese es el motivo, entre otros, de que fueran poco o nada sistemáticos y muchas veces contradictorios. Tal falta de sistemática contaminó de algún modo al relato del Génesis, cuyo autor quiso introducir dos leyendas distintas de la creación ambas procedentes de aquella mitología.
Por otra parte, como sabemos, las religiones tienen una doble vida. Una cosa es el cuerpo de relatos o dogmas que tratan de dar contestación a los grandes interrogantes de la existencia, junto con el grupo de normas que la divinidad impone a los mortales, y otra cosa es cómo se vive el día a día de las creencias y supersticiones populares. Y resulta que los judíos, además de importar los milenarios relatos sumerios que dieron lugar a parte del Génesis, importaron de Babilonia algunas supersticiones populares que lógicamente no fueron introducidas por los escribas cultos en las escrituras, pero sí calaron entre el pueblo judío dando lugar a una mitología subyacente. Una de estas creencias era la de la existencia de unos seres alados, unos buenos y otros malos, por definirlos de alguna manera, ángeles y demonios que eran seres inferiores a los dioses, pero que estaban tan cerca de los hombres que condicionaban su vida de un modo más directo.
Uno de estos pequeños demonios, era de género femenino y se llamaba Lilith. Las asociaciones de ideas y el paso del tiempo quisieron que la mitología judía identificase a esta pequeña demonia de origen mesopotámico con la mujer sin nombre que fue creada en el primer relato bíblico de la creación.
Según esta creencia, que persistió entre las comunidades judías medievales, la primera pareja humana que Dios creó sería la formada por Adán y Lilith. Ocurre que Adán, aunque era un hombre fiel a su esposa (parece evidente que no se juntaba con otras mujeres, ni siquiera se iba al bar con los amigos), sin embargo tenía que ser un tío machista de cuidado. Seguramente se iba al monte a cazar, dejando a su mujer todo el día en la cocina y al cuidado de los niños, y al volver exigía que como buena y dulce esposa le trajese las zapatillas de estar en casa, le tuviese preparada la sopa, después quitase la mesa, recogiese la cocina, acostase a los niños, …
Lilith no estuvo dispuesta a soportar este tipo de vida por mucho tiempo, de modo que abandonó a Adán y se marchó al Mar Rojo, a una zona de discotecas donde se dedica a aparearse con los demonios de la región. Por la noche se introduce en el hogar de las familias y se nutre de la lujuria de los hombres que sus esposas no son capaces de satisfacer, y ocasiona pesadillas a los niños de corta edad.
¿Qué pasó con Adán? Pues ya lo sabéis. Fue a chivarse a Yavéh, que le dio a Eva, una nueva esposa, que ésta sí, le tenía la casa como los chorros del oro, era tierna y paciente con la prole y sobre todo hacía unos guisos de lentejas cuya receta perduró durante siglos, hasta el punto de que tiempo después hizo perder la cabeza a un tal Esaú. Eso sí, Eva tenía un problema. Se levantaba por la mañana, se ponía la bata y los guantes de goma y se ponía a fregar, antes de que se levantasen los niños y le pisasen el suelo mojado. Cuando Adán volvía a casa del trabajo, se encontraba una mujer cariñosa y ordenada pero que olía a lejía  y Vim y que seguía con la bata y los guantes de goma, así que Adán comenzó a echar de menos a Lilith y a aficionarse a ver a las mamachichos de la tele y a la chica de la última página del As.

Último tercio. Faena de muleta.
Algunos días, cuando termino de comer, estando las niñas en el cole, entra Lilith en mi casa. Viste una camisa abierta por cuya apertura contemplo las oscuras profundidades abisales de la tierra; una faldita liviana y etérea que cuando está sentada me vuelve a invitar a contemplar las oscuras profundidades abisales de la tierra. Medias de rejilla. Taconazos de vértigo que elevan a las oscuras profundidades abisales de la tierra hasta la estratosfera.
Me habla del dividendo que este mes repartirá Endesa. Del futuro de las renovables. De la prima de riesgo. De cómo están afrontando en su empresa el incremento de la morosidad a través de la desamortización del capital inmobiliario.
Me la llevo al catre.
Por el pasillo, piiiiiiiiiiiiiii, y al llegar a la alcoba me empuja contra la cómoda y piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii  iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, como una leona y me clava sus uñas, piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii.
Al cabo de diez minutos me despierto, la veo a mi lado y no puedo evitar piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii  iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii (Nota del autor: esta última parte es un recurso literario; como todos sabemos, a partir de cierta edad, el siguiente piiiiiiiii, tiene que esperar algo más de diez minutos).
Al día siguiente me despierto y Eva está a mi lado. Me besa con ternura, me acaricia, va al cuarto de las niñas, les despierta con dulzura y les prepara un rico desayuno. Pone la casa en orden y se va a trabajar. Por la tarde asiste a una entrevista con el profe de la pequeña, y de camino para en el Mercadona. A la vuelta compra unas flores para el salón. Ayuda a las niñas con las tareas y llama a su madre y a su suegra para ponerles al día del estado de la familia. Y cuando llego a casa, se compadece de mi cansancio, me sonríe y me pone una cerveza fresquita.
Y es que los relatos del Génesis, si lo pensamos bien, no son contradictorios, sino complementarios. Dos mujeres creó Dios en un solo cuerpo: Eva y Lilith. Aparentemente contradictorias pero complementarias y necesarias.
A ti esposa te dedico esta historia, con mi admiración, para que te sientas orgullosa de lo que eres, y para que me dejes ir al fútbol esta noche. Besos.  


        Manuel Del Rey Alamillo

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