Cuando
ayer me dijeron que Javier, el hijo de unos buenos amigos entraba en el seminario,
para poder hacer realidad su vocación sacerdotal, confluyeron en mi pensamiento
multitud de ideas, de personas, de tiempos pasados, etc. ..., pero una palabra
llenaba todo mi pensamiento: VALIENTE.
¿Por
qué? Pues una sociedad en la que imperan los valores de: ser, tener y poder, y
ahogan los más simples principios de la caridad y el amor a los demás, buscando
ese “estatus social” que nos haga sentirnos triunfadores y con ello la tan
ansiada “calidad de vida”, que la mayoría de los casos se reducen a tener más
dinero, nos encontramos a este “tipo de personas” que de la forma más sencilla
pero convincente te dicen que quieren ser curas, y que poco les importan las
cosas materiales, mucho las personas en el sentido más universalista que
podamos pensar, pues enfocan su vida a la lucha por la igualdad, el respeto y
la dignidad de la persona, allí donde se les envíe y necesite.
¡Qué
lección nos dan estos jóvenes!
¡Qué
calidad humana y madurez tienen!
¡Cuánto
nos dicen sin hablar!
¡Qué
mirada “tan honda” poseen!
¡Qué
sonrisa tan distinta tienen!
Como
se nota que les han enganchado el “amor” a los demás. Ojalá esta sociedad sea consciente
de la importancia de estos jóvenes en los nuevos valores.
Gracias
Javier por ser uno de estos jóvenes valientes.
Nunca
te rindas, todos nosotros pediremos siempre por ti y por los demás jóvenes como
tú, que con tanta generosidad allá por donde estéis siempre se verá en vuestro
rostro la auténtica imagen de la caridad, pues seguro que llevaréis siempre a
ese Dios Padre que desde el amor no excluye a nadie.
Dionisio
Ortiz de Andrés