lunes, 8 de mayo de 2017

EN EL CENTENARIO DE MANOLETE

¡Zas! ¡En toda la boca! Me habían asegurado que en la geografía y la historia que aprenden nuestros niños se da más importancia a lo local y regional, a los afluentes del Guadiato por la izquierda y por la derecha, que a todo aquello que nos coge un poco más lejos, el Duero, las provincias gallegas, y no digamos las capitales de Asia.

Queriendo, como suelo hacer, despertar en mi hija pequeña, sí, esa de los ojos achinados, queriendo, decía, despertar en ella alguna curiosidad por la Tauromaquia, le pregunté esta mañana, mientras íbamos a buscar algún regalo por el día de la madre, por personajes cordobeses importantes.

Primera respuesta, India Martínez. Que no digo yo que tenga algo en contra de esa muchacha. Que me parece fenomenal que una paisana triunfe a ambas orillas del Atlántico en el mundo de la canción pop o flamenco pop. Y resulta mucho mejor como motivo de admiración que el tal Justin Bieber o cualquiera de esos imberbes con voz de eunuco que lanza la industria discográfica.

“¿Y Manolete? ¿Sabes que se cumplen 100 años de su nacimiento? ¿Habéis hablado de eso en el cole?” Nones.

Recuerdo aquellas meriendas de mi niñez con mi madre viendo la corrida de toros en la tele. En el único canal. En horario infantil. Cuando había toros, no había Un Globo, Dos Globos, Tres Globos. Todos a ver los toros.

Y al día siguiente jugaba con Tomaso a los toros en la parada del autobús. Uno hacía de matador, otro de carretón, y el más virtuoso tocaba un pasodoble con la flauta.

Los tiempos han cambiado. Hay más ofertas de entretenimiento. Más canales en la tele. Para todos los gustos. Vivimos en una sociedad más urbana, más alejada de lo rural. Nos gusta ir al campo, pero de visita, como quien va a un parque temático. Por lo demás, el mundo agropecuario nos resulta algo exótico, incomprensible.

La Fiesta languidece. Decía Gistau en un artículo el otro día que sus hijos conocen mejor a los pivots de los Minnessota Timberwolves que a cualquiera de los diez primeros toreros del escalafón. A eso se une un ecologismo mal entendido, ignorante, que confunde la preservación de la naturaleza con el llamado bienestar animal; terminarán vigilando los campos para que en ellos no se cometan crímenes, que los depredadores no ataquen a los herbívoros, e imponiendo castigos de reclusión a todo aquel bicho que menoscabe los derechos de otro bicho. Por supuesto con el fin de lograr su reinserción en el mundo animal.

También la Fiesta adolece de males intrínsecos. Los precios, el aburrimiento y la previsibilidad del monoencaste echan para atrás a muchos aficionados (ojo, también el fútbol manifiesta estos males; conozco más de uno que se ha aburrido de la dictadura económica y mediática del monoencaste del Puente Aéreo y ha huido a plazas de segunda, donde las ganaderías son menos comerciales pero el resultado más incierto).

Y llega el momento, amable lector, de dejarnos de preámbulos y jerigonzas. Vayamos al grano. Año 2017. Córdoba. Se cumplen 100 años del nacimiento de Manolete. El torero más grande. El primero que hilvanó tandas de cinco muletazos a pie quieto. Su fama trascendió fuera de nuestras fronteras y del mundo taurino. Difícilmente vamos a encontrar un personaje universal que nos toque tan cerca en lo geográfico y en lo cronológico (aún viven algunos de los que le conocieron).

Pues bien, digamos todo lo que se puede decir sobre este magno acontecimiento, tan ilusionante para todo cordobés: El Centenario de Manolete. Ya está todo dicho.

Y nada, me voy de patios.  

Manuel del Rey Alamillo    

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