Hay que estar persuadidos de que
Dios nos oye, de que está pendiente de nosotros y con esta seguridad, nuestra
alma se llena de paz.
Pero vivir con Dios, es correr un riesgo, porque el Señor no se contenta compartiendo, lo quiere todo y acercarse un poco más a El conlleva estar dispuesto a una nueva conversión, a una nueva rectificación, a una lealtad más plena, a una humildad más profunda, de manera que disminuyendo nuestro egoísmo, crezca Cristo en nosotros.
La Gracia divina podrá llenar nuestra alma siempre que no cerremos las puertas del corazón. Hemos de tener el deseo de transformarnos de verdad y consumir nuestra vida haciendo que arda entera al servicio del Señor.
En este tiempo de Cuaresma, Jesús pasa a nuestro lado, sale a nuestro encuentro, nos llama por nuestro nombre. ¿Cuál es nuestra respuesta?, ¿vamos a dejar que está Cuaresma pase como el agua pasa sobre las piedras, sin dejar rastro?
"Aquí estoy Señor porque me has llamado"