En medio de una planicie que no parece
tener fin, Argamasilla no es precisamente esa localidad donde alguien pudiera
creer que algún día se organice el gran premio de la montaña de la Vuelta
Ciclista a España, o de algún otro evento ciclista sucedáneo de ésta, de esos
múltiples y variopintos que desde un tiempo a esta parte proliferan en las
autónomas comunidades de la piel de toro; ni tampoco sería de creer, al menos a
mi parecer, que en algún momento cercano en el tiempo pudiera optar al premio
de pueblo más pintoresco, y no digamos nada de más bonito, del vasto territorio
hispánico; eso si, si a esto último, porque a lo otro la naturaleza se lo ha
dispensado de fábrica, nada ni nadie le pone arreglo o enmienda y en lustros
venideros concibe reforma que remedie la mezcolanza de estilos arquitectónicos
y la amalgama de materiales y colores que hoy forman el conjunto urbano de esa
localidad, alejados del tipismo manchego que otrora lucieran sus edificios y casas
matas.
La también conocida como “Lugar Nuevo”
(dicho nombre se debe a que el poblamiento que dio lugar a Argamasilla tuvo dos
emplazamientos previos que resultaron fallidos), fue fundada en su
emplazamiento actual entre los años 1531 y 1535, según se recoge en las
Relaciones Topográficas de Felipe II. La villa fue fundada por el prior de la
Orden de San Juan, Don Diego de Toledo, perteneciente a la Casa de Alba. Su
singladura como relevante localidad en la comarca de La Mancha no empezó hasta
finales del siglo XVI, siendo un siglo más tarde cuando esta villa gozó de gran
apogeo gracias, entre otras cosas, al establecimiento de bastantes familias
moriscas, que venían emigrando después de los acontecimientos provocados por la
rebelión de las Alpujarras. Estos nuevos vecinos aportaron todo su saber en
técnicas de cultivo, riego y construcción. Como uno de los hitos destacados de
su historia destaca que, en el siglo XVIII, a petición del infante Gabriel
(hijo de Carlos III), que por entonces era prior de la orden de San Juan, se
construyó el Gran Canal de Priorato de San Juan. Este canal transcurre por el
centro de la villa y, hasta los albores de nuestro siglo, seguía en
funcionamiento y en perfecto estado.
Pero si de algo se vanagloria y se
enorgullece Argamasilla de Alba es de ser "ese lugar de la Mancha"
del que Cervantes no quiso acordarse cuando escribió las primeras letras de su
magnánima obra; al menos así lo presumen, y es que, si bien no existen crónicas
cervantinas que con exactitud pudieran referir que el de Alcalá de Henares
estuviera geolocalizando su novela en ese municipio, lo cierto es que existen
diversos indicios y teorías fundadas que dan casi por sentado que nuestro
ilustre don Miguel ubicó a su ingenioso Hidalgo en dicha localidad; aunque
también existen teorías detractoras que colocan a don Alonso Quijano en otras
localidades, con numerosos trabajos de investigación de distintos municipios de
La Mancha y Campo de Montiel, que bajo diferentes métodos, tienen por objeto el
establecer el posible pueblo desde el que partiera Don Quijote en sus
aventuras.
Cueva de la Casa de Medrano |
Dicho sea de paso, corría el año 1863
cuando tan afamado inmueble, construido encima de la cueva del mismo nombre,
fue adquirida por el infante don Sebastián Gabriel de Borbón, prior de la orden
de San Juan, con el fin de desarrollar en ella actos culturales y otras
actividades. Entre otras cosas, invitó al editor Manuel Rivadeneyra para que
trasladase allí su imprenta, y allí, en la cueva, hizo una edición del Quijote,
en el año 1863. Al morir el infante Sebastián de Borbón, su viuda vendió la
casa. Se sabe que al final de siglo sufrió un terrible incendio y al quedar
casi en ruinas se reconstruyó con una sola planta. La cueva, con dos niveles,
había quedado intacta después del incendio. Esta segunda casa fue la que
conocieron al principio del siglo XX los ilustres literatos Azorín y Rubén
Darío, que habían acudido a Argamasilla con motivo de la celebración del tercer
centenario del Quijote. En 1970 la casa pasa a propiedad municipal y es
declarada Monumento de Interés Histórico-Artístico, hoy, Bien de Interés
Cultural. En 1990, ante la situación de deterioro que sufría el edificio, se
proyectó la rehabilitación que le otorga su actual apariencia. El nuevo
edificio se inaugura el día 23 de abril de 1994, fecha conmemorativa de la muerte
de Cervantes. Actualmente, dicho edificio acoge, además de la cueva, una
exposición del pintor valdepeñero Gregorio Prieto; un moderno corral de
comedias con numerosos bustos de personajes del Quijote pertenecientes al
escultor local Cayetano Hilario; la biblioteca municipal “Cervantes”; y
la oficina municipal de turismo. La visita turística a todas las dependencias,
con una proyección explicativa incluida, puede hacerse hoy en día por tan sólo
dos euros.
En cuanto a las causas del
encarcelamiento del literato, no se tiene muy claro cuales fueron éstas, pues
se duda si fue detenido por algún turbio asunto acaecido por su condición de
recaudador de alcabalas e impuestos, pues pudiera ser que metiera la mano en el
cofre de las monedas; etapa ésta de la vida cervantina durante la que, según
algunas crónicas, nuestro escritor dedicó poco tiempo a la literatura, pero las
experiencias que vivió recorriendo los caminos y pueblos de Andalucía y La
Mancha, alojándose en destartaladas hosterías y ventas o negociando con ricos,
pobres, hidalgos y maleantes le sirvieron para posteriormente reflejarlas de
una manera magistral en su obra más universal; o bien, si su posible detención
fue debida por “un requiebro” (lisonja o piropo con intención amorosa) a una
mujer de la localidad, en concreto a una hermana o sobrina del noble don
Rodrigo de Pacheco; porque al parecer fue, según la creencia popular, la
protagonista de la tradición oral sostenida en Argamasilla de Alba durante
siglos, en cuanto que Miguel de Cervantes, piropeó a esta dama de la localidad
a la salida de la Iglesia; motivo por el cual, ofendidos los alcaldes y
regidores que en esas fechas gobernaban el municipio por atreverse a piropear a
una dama de prosapia (entre los que estaba don Rodrigo Pacheco), decidieron
encerrar al autor en la casa o cueva del regidor Medrano.
Y es que quizás por tamaña afrenta que
resulta lógico pensar que Cervantes no quisiera acordarse precisamente de aquel
lugar donde por algún motivo fue preso. (aunque se tiene conocimiento de que el
complutense estuvo preso hasta en otras tres ocasiones, entre ellas la que
padeció como prisionero de guerra en Argel).
Cabe recordar aquel exordio que Miguel de Cervantes pudo dirigir en una
carta a su tío Juan Bernabé de Saavedra: ‘Luengos días y menguadas noches me
fatigan en esta cárcel, o mejor diré caverna’.
Cuadro exvoto para la
Virgen de la Caridad de Illescas, que permanece en la Iglesia de San Juan Bautista de Argamasilla de Alba |
Como son muchos los que afirman que fue durante tal encierro forzado en Argamasilla cuando nuestro Ilustre literato comenzó la escritura de su obra maestra, son también muchos, entre expertos en la materia y argamasilleros en general, los que ven en el noble Don Rodrigo de Pacheco a un trasunto de Don Quijote, estimando obvio que Cervantes conociera a este noble de la localidad y que por ello pasara un tiempo en Argamasilla de Alba, circunstancia ésta que pudo dar lugar en algún momento al episodio amoroso con la joven pariente de éste, y que pudiera ser la causa de la prisión sufrida por el escritor. Se basa dicha hipótesis en la circunstancia de que se decía en aquella época que Rodrigo de Pacheco no contaba con buena salud y, como ruego para la cura, mandó pintar el cuadro exvoto para la Virgen de la Caridad de Illescas, que permanece en la Iglesia de San Juan Bautista de Argamasilla de Alba. El cuadro conserva al pie la siguiente inscripción: “Apareció nuestra Señora a este caballero estando malo de una enfermedad gravísima desamparado de los médicos víspera de San Mateo año 1601, encomendándose a esta Señora y prometiéndole una lámpara de plata, llamándola día y noche de un gran dolor que tenía en el cerebro de una gran frialdad que se le cuajo dentro”. Además, se dice que quienes observan este cuadro no pueden obviar al Ingenioso Caballero que describió Cervantes, con el rostro largo y estrecho, ojos espantadizos y largos bigotes. Y resulta curiosa la analogía entre Don Quijote y la leyenda que aparece en la parte baja de la pintura, con la que Cervantes describía la locura del hidalgo: “Del poco dormir y del mucho leer se le secó el celebro de manera que vino a perder el juicio”, resultando también “interesante” la coincidencia en la fecha del cuadro exvoto, año 1601, con la publicación de la primera parte de la obra cervantina, 1605. También hay quienes ven en la mujer que acompaña a don Rodrigo en el cuadro a la Dulcinea del Toboso que enamoró al Caballero de la Triste Figura. La dama del cuadro en cuestión era Magdalena Pacheco Avilés, una hidalga del siglo XVII retratada junto a su hermano Rodrigo. Algunas opiniones discordantes conducen a que la dama en cuestión era sobrina del noble y que llevaba por nombre Aldonza.
Iglesia de San Juan Bautista de Argamasilla de Alba |
También se toman como indicios de la
localización quijotesca en Argamasilla de Alba, el hecho de que tal cuestión se
extendiera también entre los contemporáneos de Cervantes que, según parece,
estaban convencidos de que éste fue el lugar en el que el insigne literato
escribió la obra. Según la investigadora cervantista Pilar Serrano de Menchen
existen otras dos pistas para defender a Argamasilla de Alba como punto de
partida del aventurero Hidalgo: la primera es del propio Miguel de Cervantes
con los sonetos y epitafios que los ficticios Académicos de la Argamasilla
dedican a Don Quijote en el cierre de la primera parte de su obra y que
constituyen sin duda uno de los más fuertes argumentos en favor de Argamasilla
como Lugar de la Mancha, pues es el propio Cervantes quien de su puño y letra
así lo afirma: “Los Académicos de la Argamasilla, Lugar de La Mancha, en
vida y muerte del valeroso Don Quijote de La Mancha, Hoc scripserunt”; la
segunda, de importante relevancia, según Serrano, se trata de la aportación que
ya en 1614 realiza un coetáneo de Cervantes, en concreto Alonso Fernández de
Avellaneda (seudónimo de un autor todavía desconocido) en el llamado Quijote de
Avellaneda, señalando que “El Avellaneda es el lector más interesado de
primera parte del Quijote y se refiere 23 veces a Argamasilla, concretando dos
veces que se refiere a la Argamasilla más cercana a El Toboso; además el
Avellaneda dedica su Quijote al alcalde, los regidores e hidalgos de la noble
villa de Argamasilla de La Mancha, patria feliz del hidalgo caballero”.
Sean ciertas o nó las tesis, teorías y
fundamentaciones que unos y otros mantienen en favor y en contra de la
ubicación en Argamasilla de Alba de "un lugar de la Mancha, de cuyo
nombre no quiero acordarme", lo que sí está claro es de que alguna
manera pone a dicha localidad en el mapa y de alguna manera también,
indirectamente, la hacen universal, y eso, obviamente, es digno de orgullo para
los lugareños.
No es que Argamasilla sea precisamente
un lugar donde acudir en peregrinación turística, porque el atractivo en este
sentido se reduce casi a las conjeturas de los cervantinos sobre la quijosteca
localización, la cueva que presumiblemente abrigó la fructífera creación del
literato, la iglesia donde se encuentra la afamada pintura de la Virgen de la
Caridad de Illescas (Toledo), donada por Rodrigo Pacheco Avilés, y algún que
otro edificio de señalado renombre como la Rebotica de los
"Académicos" o la casa del bachiller Sansón Carrasco, entre otros; pero
es si, si uno va de paso por allí, camino de Madrid o de Valencia (desde
Córdoba, se entiende), o cómo prólogo al disfrute de una buena obra de teatro
en Almagro, o por cualquier otro motivo que sirva de excusa, bien puede hacer
un pequeño desvío para hacer un alto en el viaje y, aparte de degustar unos
magníficos quesos manchegos y otras viandas locales, regadas con los cada vez
mejores caldos de la zona, hacer una visita a esos lugares que, en el fondo,
están llenos de magia, pura magia quijotesca.
José Antonio Del Solar Caballero.