Decía mi admirada Isabel Allende que “debemos de tener memoria selectiva para recordar lo bueno, prudencia lógica para no arruinar el presente y optimismo desafiante para encarar el futuro”. Estos días, donde la sexta ola parece más que ola, un tsunami, tengo esta frase como un “leitmotiv” de mi día a día.
La
memoria selectiva nos ha permitido emborronar aquellos momentos en los que nos
hemos sentido frágiles ante un monstruo minúsculo, casi invisible y dejar
grabado en la memoria de lo vivido aquellos instantes en los que nos hicimos
fuertes en la fortaleza nuestros hogares, en el baluarte de nuestras familias.
La prudencia lógica nos ha llevado a valorar todo aquello que dimos como
heredado por el mero hecho de estar aquí, ahora y estar vivos. Y el optimismo
desafiante nos debe ayudar a mirar al futuro como una nueva oportunidad para
avanzar y no caer en esa falsa superioridad que nos hizo pensar que éramos
indestructibles por ser simplemente humanos.
Lo
que este golpe de realidad nos ha dejado claro es que la pandemia ha trastocado
lo cotidiano y es muy probable que cuando todo esto termine muchas de aquellas
cosas que hacíamos habitualmente hayan desaparecido de nuestras vidas. Que todo
ha cambiado, que esto nos ha cambiado y que nos ha hecho diferentes. Que
tenemos nuevos miedos, que han salido a flote responsabilidades ocultas y que,
por fin, nos damos cuenta que éramos verdaderamente ricos y no lo sabíamos.
Ricos en muchas cosas, ricos en libertad.
Nos
hemos dado cuenta que nuestras acciones de hoy pueden ser muy relevantes para
un futuro cercano. Nos hemos dado cuenta que el amor y la amistad son más
importantes que el dinero y el “yo primero”. Que la vida está para ser vivida y
no para atesorarla.
Pues
vivamos, con responsabilidad, pero vivamos. Es el momento de coger el toro por
los cuernos porque donde hay un cambio hay una nueva oportunidad para ser
mejores, para intentar estar a la altura de lo que nuestra vida nos venía
pidiendo, pero nunca lo dimos como prioritario. No perder la perspectiva de lo
importante, la vida verdaderamente vivida, y que nos hará mirar hacia el futuro
con optimismo.
A
Dios le pido que para este año nuevo haga conmigo un ejercicio de creatividad y
que me ayude a hacer de cada día una obra maestra, utilizando todos los colores
de la paleta de la vida y, sobretodo, sonreírle a medida que la escribo.
Raúl González.