del largo desarraigo de mi vida,
qué sin tu voz parece tan perdida
y sin tu luz provoca mal concausa.
O es acaso esta noche que sin pausa,
peregrina, doliente y abatida,
y persigue en Tus Ojos su acogida.
Será tu lejanía qué me encausa.
¡Arrepentido estoy, oh mi Señor,
del todo! Avergonzado, compungido.
Sin dudas te daré cumplido amor.
Concédeme el perdón por como he sido
y aparta de tus manos el dolor
que con martillo y clavos te he infundido.
Javier Ortiz